jueves, julio 06, 2017

CARTA A GARCIA

Carta a García.
Hubo un hombre cuya actuación en la guerra de Independencia de cuba brilla en mi memoria como el sol en su pleno esplendor.

Sucedió que en aquella guerra, cuando los Estados Unidos decidieron intervenir en favor de los rebeldes cubanos, se vio muy clara la necesidad de un entendimiento inmediato entre el Presidente Norteamericano y el jefe de los patriotas el General Calixto García. Pero ¿cómo hacerlo ? Hallábase García en esos momentos, Dios sabe dónde, en alguna tenebrosa montaña escondida en el interior de la isla. Y era absolutamente necesario ponerse en comunicación con él para organizar los planes de ataque y de defensa. Pero ¿Cómo hacer llegar a sus manos ese despacho ?. ¿Qué hacer?.


Alguien dijo al Presidente : "Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna persona en el mundo es capaz de dar con García es él Rowan".

Llaman a Rowan. Le piden que valla en busca de García, esté donde esté, y que a costa de cualquier sacrificio, le haga llegar esa carta importantísima.

Rowan toma la carta. La guarda bien escondida en un bolsillo interior. A los cuatro días desembarca en las costas de Cuba que está en poder de los españoles.

Desaparece en la selva tenebrosa, para aparecer de nuevo a las tres semanas al otro extremo de la isla.

Cruzando un territorio sembrado de peligros y donde pululan los enemigos por doquier, y entrega la carta a García. Los dos frentes coordinan acciones y se gana la guerra.

¿Cómo logró llegar hasta donde estaba el destinatario de su carta ? Es algo tan interesante que merecería escribir una novela al respecto. Pero no tengo interés de describir aquí el modo como esto sucedió. 
El punto sobre el cual quiero llamar la atención es este: "El jefe da a Rowan una carta para que la lleve a García.  Rowan toma la carta y no pregunta: pero ¿pero dónde podré encontrar al tal García ? ¿por donde me voy a ir?, ¿esto será fácil ?, ¿no traerá peligros este oficio ?, ¿y por que yo y no otro ?.

Nada de esto pregunta ni comenta. Se va sin mas a cumplir lo que se le ha encomendado.
Por Dios, amigo ! que estamos aquí ante un hombre cuya estatua debería ser hecha en mármol o bronce y colocarla en la entrada de muchos institutos donde se enseña a la gente a adquirir personalidad ! Porque lo
que debe enseñarse a la gente que desea adquirir un verdadero carácter es : como hay que cumplir cada vez lo mas exactamente posible el deber que tenemos que hacer, y como concentrar todas nuestras energías para
lograr nuestros objetivos, y lograr dedicarnos con toda el alma a la acción, a "llevar la carta a García".

El General García ya no existe. Pero hay muchos Garcías en el mundo. No alienta un solo hombre de los metidos en empresas y que necesiten de la colaboración de muchos que no se haya quedado alguna vez estupefacto ante la imbecilidad del común de los hombres, ante su abulia.
Inatención culpable, trabajo a medio hacer, desgreño, indiferencia, parecen ser la regla general... Sin embargo, no se puede tener éxito si no se logra por un medio o por otro obtener la colaboración completa de los subalternos, a menos que Dios en su bondad obre un milagro y envie un Angel de Luz como ayudante.
El lector puede poner a prueba mis palabras: llame a uno de los muchachos y empleados que trabajan a sus ordenes y digale: "Consulte usted la enciclopedia y haga el favor de sacarme un extracto de la vida de Corregio".¿Cree usted que su ayudante le dirá: " Si señor" y pondrá manos a la obra?
Pues no lo crea. Le lanzará una mirada vaga y le hará una o varias de las siguientes preguntas ¿Quién era él? ¿En qué enciclopedia busco eso? ¿Está Ud. seguro de que eso está entre mis deberes? ¿No será la vida de Bismark la que usted necesita? ¿Por qué no ponemos a Carlos a que busque eso? ¿Necesita Ud. de ello con urgencia? ¿Quiere que le traiga el libro para que usted mismo busque allí lo que necesita? ¿Diga para qué quiere saber eso?
Y apuesto diez contra uno a que después de que usted haya repondido integramente el anterior cuestionario y haya explicado el modo de verificar la información y para qué la necesita usted, el prodigioso ayudante se retirá y buscará otro empleado que le ayude a buscar a García y regresará luego a informarle que tal hombre no existió en el mundo.
Puede suceder que yo pierda mi apuesta pero si la ley de los promedios es cierta, no la perderé. Y si usted es un hombre cuerdo no se tomará el trabajo de explicarle a su ayudante que corregio se busca en la C y no en la K, se sonreirá usted suavemente y le dirá "Dejemos eso" Y buscará usted personalmente lo que necesita averiguar... Esta incapacidad para la acción independendiente, esta estupidez moral, esta atrofía de la voluntad, esta mala gana para coger y remover por si mismo los obstáculos, es lo que retarda el bienestar colectivo de la sociedad. Y si los hombres no obran para su provecho personal, ¿qué harán cuando el beneficio de su esfuerzo sea para todos?
Se palpa la necesidad de una capataz armado de garrote. El temor de ser despedidos el sábado por la tarde es lo único que retiene a muchos trabajadores en su puesto. Ponga usted un aviso solicitando un secretario, y de cada diez postulantes, nueve no saben ni ortografía, ni puntuación.
¿Podrían tales gentes llevar la carta a García?
En cierta ocasión decíame el jefe de una gran fábrica:-¿Ve usted a ese contador que está allí?-¿Lo veo, y qué? Es un gran contabilista: pero si lo envío a la parte alta de la ciudad con cualquier objeto puede que desempeñe su misión correctamente; pero puede también que en su viaje se detenga en cuatro cantinas, y al llegar a la calle principal de la ciudad haya olvidado absolutamente a qué iba. ¿Podría confiársele a tio semejante la carta para García?
En los últimos tiempos es frecuente oír hablar con gran simpatía del pobre trabajador víctima de la explotación industrial; del hombre honrado, sin trabajo, que por todas partes busca inúltilmente en qué emplearse. Y a todo esto se mezclan palabras duras contra los que están arriba, y nada se dice del jefe de industria que envejece prematuramente luchando en vano por enseñar a ejecutar a otros un trabajo que ni quieren aprender ni les importa; ni de su larga y paciente lucha con colaboradores que no colaboran y que sólo esperan verlo volver la espalda para malgastar el tiempo. 
En todo almacén, en toda fábrica, hay una continua renovación de empleados. El jefe despide a cada instante a individuos incapaces de impulsar su industria, y llama a otros a ocupar sus puestos. Y esta escogencia no cesa en tiempo alguno, ni en los buenos ni en los malos. Con la sola diferencia de que cuando hay escasez de trabajo la selección se hace mejor; pero en todo tiempo y siempre el incapaz es despedido: la ley de la supervivencia de los mejores se impone. Por interés propio todo patrón conserva a su servicio los más hábiles: aquellos capaces de llevar la carta a García
Conozco a un hombre de facultades verdaderamente brillantes, pero inhábil para manejar sus propios negocios y absolutamente inútil para gestionar los ajenos, porque lleva siempre consigo la insana sospecha de que sus superiores lo oprimen o tratan de oprimirlo. Ni sabe dar órdenes ni sabe recibirlas. Si se enviara con él la carta a García, contestaría muy probablemente: "llévela usted". Hoy este hombre vaga por las calles en busca de oficio, mientras el viento silba al pasar entre las hilachas de su vestido. Nadie que lo conozca se atreve a emplearlo por ser él un sembrador de discordias y pereza. No le entra la razón y sólo sería sensible al taconazo de una bota.

Comprendo que un hombre tan deformado moralmente merece tanta compasión como si lo fuera físicamente; pero al compadecerlo recordemos también a aquellos que luchan por sacar triunfante una empresa, sin que sus horas de trabajo estén limitadas por el pito de la fábrica, y cuyo cabello se torna prematuramente blanco en la lucha tenaz por conservar sus puestos a individuos de indiferencia glacial, imbéciles e ingratos que le deben a él el pan que se comen y el hogar que los abriga.

¿Habré exagerado demasiado? Puede ser; pero cuando todo el mundo habla de los trabajadores, así, sin distinción ninguna; quiero tener una frase de simpatía para el hombre que logra éxito; para aquél que luchando contra todos los obstáculos, dirige los esfuerzos de los otros, y cuando ha triunfado, sólo obtiene por recompensa --si acaso-- pan y abrigo. Se escucha decir que fulano se hizo rico porque explotó a los demás... Puede ser, pero lo que no nos explican es que ese señor no tuvo miedo de llevar su Carta A García. Que no tuvo miedo a levantarse a las cinco y trabajar hasta tarde de la noche. Que los fines de semana en vez de ir a los bares se fue a hacer planes de progreso o a perfeccionar sus conocimientos. Que mientras los otros charlaban él trabajaba. Que mientras los demás dormían, él echaba cabeza buscando soluciones. Por eso triunfaron porque supieron lanzarse a la acción sin miedo ni pereza. Porque en vez de hechar a una alcantarilla la Carta A García y dedicarse luego a buscar excusas por no haber conseguido fama ni éxitos, se lanzaron con toda el alma a buscar fórmulas para triunfar, y como "todo el que busca encuentra", encontraron las fórmulas, y practicándolas, consiguieron el triunfo.

Yo también he trabajado a jornal y me he hecho la comida con mis propias manos; he sido patrono y puedo juzgar por experiencia propia y sé que hay mucho que decir de parte y parte. La pobreza no da excelencia por sí sola; los harapos no son recomendación; no todos los patronos son duros y rapaces, ni todos los pobres son virtusosos.

Mi corazón está con aquellos obreros que trabajan lo mismo cuando el capataz está presente que cuando está ausente. Y el hombre que se hace cargo de una carta para García y la lleva tranquilamente sin hacer preguntas sin sentido, y sin la intención perversa de arrojarla en la primera alcantarilla que se encuentra al paso, y sin otro objetivo que llevarla a su destino; a este hombre jamás se le despedirá de su trabajo, ni tendrá jamás que entrar en huelga para obtener un aumento de salario. La civilización es una lucha prolongada en busca de tales individuos. Todo lo que un hombre de esta clase pida, lo tendrá; lo necesitan en todas partes; en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas, en las oficinas; en las fábricas; en los almacenes. El mundo los pide a gritos, el mundo está esperando siempre ansioso el advenimiento de hombres capaces de llevar la carta a García.

El mundo confiere su mejores premios tanto en honores como en dinero, a una sola cosa: a la iniciativa.

¿Qué es la iniciativa?

Puedo definirla en pocas palabras: hacer, lo que se debe de hacer, bien hecho; sin que nadie lo mande.

A quien hace una cosa bien hecha sin que nadie se lo ordene, sigue aquel que la hace bien cuando se le ha ordenado una sola vez, es decir; aquéllos que saben llevar la Carta A García. Estos reciben altos honores, pero su pago no guarda la misma proporción.

Vienen luego aquéllos que obran sólo cuando se les ha dado la orden por dos veces; no reciben honores y sólo tienen un pago pequeño.

Se encuentran después los que hacen una cosa bien hecha, pero sólo cuando la necesidad los aguijonea; en vez de honores reciben la indiferencia y se les paga con una miseria. Estos tales emplean la mayor parte de su tiempo refiriendo historias de su mala suerte y quejandose de la vida.

Todavía en una escala inferior están aquéllos que no hacen nada bien hecho, aún cuando algún compañero se lo enseñe a hacer y permanezca a su lado para cerciorarse de que lo hacen; éstos pierden constantemente sus puestos y reciben como pago el desprecio que se merecen, a menos que por suerte tengan un padre rico, y en este caso el destino los acecha en su camino hasta descargarles un recio golpe.

¿A qué clase pertenece usted?

El Director General o Jefe de la Policía de Buenos Aires ha querido dar, según leemos en La Prensa de aquella gran metrópoli, una lección educativa a sus subordinados para establecer las condiciones que, a su juicio, constituyen el verdadero mérito para lograr un ascenso. Sobre los años de servicio pone las aptitudes; doctrina ésta que se ha popularizado por medio del siguiente apotegma: "Aptitud duple antigüedad".

A fin de establecer lo que entiende por aptitudes superiores, el Jefe de la Policía bonaerense ha escrito un diálogo a la manera platónica; lo ha hecho escribir en grandes carteles murales y lo ha mandado fijar en todos los cuarteles de su mando. He aquí el diálogo:

La escena ocurre en una de nuestras grandes casas comerciales. Un empleado pide autorización para presentar una queja al director general.

--¿Qué hay?
--Señor director, ayer fue nombrado X para ocupar la vacante de Z, y X es 16 años más joven que yo.

El director le interrumpe:

--¿Quiere usted averiguar la causa de ese ruido?

El empleado sale a la calle y regresa diciendo:

--Son unos carros.
--¿Qué llevan?

Después de una nueva salida el empleado vuelve diciendo:

--Unas bolsas.
--¿Qué contienen las bolsas?

El empleado hace otro viaje a la calle y vuelve diciendo:

--No sé lo que tienen.
--¿A dónde van?

Cuarta salida y responde:

--Van hacia el este.

El director llama al joven X y le dice:

--¿Quiere averiguar la causa de ese ruido?

El empleado X sale y regresa cinco minutos después manifestando:

--Son cuatro carros cargados con bolsas de azúcar, forman parte de las quince toneladas que la Casa A remite a Mendoza. Esta mañana pasaron los mismos carros con igual carga. Se dirigen a la estación Catalinas; van consignados a...

El director, dirigiéndose al empleado antiguo:

--¿Ha comprendido usted?


Tomado de: https://docs.google.com/document/d/1gjb-mVWlfeo49UT9AGpisp-7sQcxRrzJay9C69x_SOk/edit