jueves, enero 25, 2018

Qué es y qué no es el perdón

Qué es y qué no es el perdón

Perdonar conlleva una serie de beneficios psicológicos que van más allá de las relaciones.

Todos, en algún momento, hemos herido a otros, ya sea de pequeñas o grandes formas. También hemos sido lastimados por personas que amamos, por familiares, amigos, parejas e inclusive por personas que no conocíamos. Hemos sido dañados directa o indirectamente por el odio de los grupos armados, las guerras, por la ambición de entidades gubernamentales y lastimosamente hasta por organizaciones que dicen proteger los derechos del ser humano. ¿Para qué nos seguimos haciendo daño unos a otros? ¿Por qué seguimos creyendo que la respuesta al mal del mundo es con más odio?
Seguimos creyendo que el enemigo está afuera. Pero como dice Khyentsé Rimpoché, “ha llegado el momento de desviar el odio de sus blancos habituales, vuestros supuestos enemigos, para dirigirlo contra sí mismo. En realidad, vuestro verdadero enemigo es el odio y es a él al que debéis destruir”. El perdón es la clave.
Matthiew Ricard, en su libro En Defensa de la Felicidad, señala que no solemos considerar a un criminal la víctima de su propio odio y mucho menos comprender que el deseo de venganza que pueda surgir en nosotros proceda fundamentalmente de esa misma emoción que ha llevado al agresor a lastimarnos.
El odio es limitante
El odio es el verdadero veneno, y si no somos conscientes de cómo la ira se va transformando en este sentimiento, podemos terminar en la posición del criminal, víctima de su odio. Aprisionado. Destruido. Sin paz. Reproduciendo una cadena interminable de dolor.
Ricard menciona que esto no significa que no podamos sentir una profunda aversión y repulsión hacia la injusticia, la crueldad, la opresión y los actos perjudiciales o luchar para que no ocurran. Podemos hacerlo sin sucumbir al odio y a la venganza y más bien motivados por una profunda compasión tanto hacia el sufrimiento de las víctimas como de los victimarios.
Guardar rencor, culpabilizar, aferrarse y detenerse demasiado en las heridas, socava nuestra felicidad y tiene un efecto considerable en nuestro bienestar físico y psicológico. Los estudios han sugerido que el perdón es una forma más efectiva de responder, reduciendo el estrés y fomentando la felicidad. Sin embargo, cómo reaccionemos ante esas heridas depende de nosotros. Perdonar es una elección y un proceso. El dolor y las decepciones son inevitables, pero no por ello deben controlar nuestras vidas.
¿Qué es el perdón?
Dacher Keltner, psicólogo social y profesor de la Universidad de Berkeley, menciona que hay cuatro componentes que nos ayudan a definir y medir científicamente el perdón. El primero es la aceptación de que ha ocurrido la transgresión o daño que alguien nos ha hecho. El segundo, es la disminución del deseo o urgencia de buscar venganza o compensación. El tercero (y sobre todo cuando se trata de conflictos menores o con personas cercanas y que se pueda retomar la relación), es el deseo de acercamiento, disminución en el distanciamiento o evasión de la otra persona. Finalmente, el cuarto componente implica un cambio en los sentimientos negativos hacia la otra persona, como por ejemplo el aumento de la compasión y entendimiento de su propio sufrimiento, dolor, ignorancia o confusión que lo haya llevado a herirnos.
Contrario a lo que suele pensarse, el perdón también nos permite establecer los límites que sean necesarios para protegernos de volver a experimentar daño por parte de otras personas. Jack Kornfield, psicólogo y maestro budista, define el perdón como la resolución de no permitir que la transgresión vuelva a suceder, de protegerse a sí mismo y a otros. Perdonar no significa hablar con o relacionarse con la persona que lo traicionó necesariamente. No se trata del otro, ni tampoco de un deber. Es una forma de acabar con el propio sufrimiento.
El perdón puede exigir justicia y decir “No más”. Menciona a su vez que no es sentimental ni es rápido. Para él, perdonar es un proceso profundo del corazón que puede llevar un largo tiempo y puede ser difícil, tanto cuando se trata de perdonar a otros como a nosotros mismos. Pero es un proceso que nos libera y nos permite amar.
A su vez, el perdón también involucra el duelo por la pérdida de las cosas que no funcionaron como queríamos y de dejar de esperar un mejor pasado, porque ya pasó, ya está hecho y no se puede cambiar. Ese duelo y dolor tienen un gran valor, porque como Kornfield dice “algunas veces las cosas que nos hacen vulnerables son aquellas que dan apertura a nuestro corazón y nos llevan de regreso a lo que más importa, al amor y a la vida”.
¿Qué no es el perdón?
Perdonar no significa olvidar la forma en que otros lo han herido, ni significa necesariamente reconciliarse o relacionarse con la persona que lo lastimó. Tampoco aprobar su conducta o su ofensa, ni absolverlo de su responsabilidad. Perdonar tampoco es debilidad o signo de sumisión. En cambio, requiere de coraje, significa dejar de hacer a alguien constantemente responsable de su bienestar emocional y cambiar su actitud hacia esa herida original de manera que no continúe lastimándolo. Implica soltar la carga que lleva de esa persona que lo ha herido.
Beneficios de perdonar sobre la salud y las relaciones
El perdón tiende a ser asociado positivamente con el bienestar psicológico, la salud física y buenas relaciones interpersonales. Las personas que tienden a perdonar a otros puntúan más bajo en medidas de ansiedad, depresión y hostilidad (Brown 2003; Thompson et al., 2005). Igualmente, dejar el rencor está asociado con menores niveles de estrés y reactividad cardiovascular (presión arterial y ritmo cardiaco) (Witvliet et al., 2001).
De acuerdo con una revisión de la literatura sobre el perdón y la salud realizada por Everett Worthington y su colega Michael Scherer (2004), no perdonar puede comprometer el sistema inmune. La revisión sugiere que puede afectar la producción de hormonas importantes y la manera como nuestras células combaten las infecciones y bacterias. A su vez, la hostilidad es una parte central de la falta de perdón, y ha sido directamente relacionada con numerosos problemas de salud, teniendo efectos más perjudiciales sobre el sistema cardiovascular (Kaplan, 1992; Williams y Williams, 1993).
Investigadores de la Universidad de Miami relacionan el perdón con un aumento en la satisfacción con la vida, más emociones positivas, menos emociones negativas y menos síntomas de enfermedad física. También encontraron que las personas se sentían más felices después de perdonar a alguien con quien reportaban tener una relación cercana y comprometida antes de la transgresión y especialmente cuando la otra persona se disculpaba e intentaba reparar el daño, sugiriendo que el perdón incrementa nuestra felicidad porque ayuda a reparar las relaciones interpersonales, que estudios previos han mostrado que son vitales para nuestra felicidad a largo plazo (Bono, et al., 2007). De igual manera, otros estudios han encontrado que las personas que tienden a perdonar reportan mayor calidad, satisfacción y compromiso en sus relaciones.
Por supuesto, hay límites. El contexto en el que el perdón ocurre es importante. Por ejemplo, en los matrimonios, la frecuencia de las transgresiones por parte de sus miembros modera los efectos del perdón. Si un esposo o esposa continúa perdonando a su compañero o compañera por sus frecuentes transgresiones, no sólo su satisfacción con la relación disminuye, sino que es probable que los malos tratos, transgresiones o comportamientos indeseados de su compañero continúen y hasta empeoren debido a que no hay repercusiones de sus actos (McNulty, 2008).
Perdonar no es fácil. Nos puede parecer casi imposible llegar a perdonar a aquellos que nos han herido de grandes maneras. Aun más inimaginable el llegar a sentir compasión, comprensión o empatía por las personas que nos han ofendido o lastimado profundamente. Inclusive nos puede costar ante pequeños agravios. Sin embargo es probable que todos conozcamos historias de personas que han logrado hacerlo y que nos han demostrado la importancia y belleza del perdón. El perdón, así como otras emociones positivas como la esperanza, la compasión y aprecio, es una expresión natural de nuestra humanidad.
Autora: Jessica Cortéz

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miércoles, enero 24, 2018

Inestabilidad emocional: ¿qué es y en qué señales se puede detectar?

Inestabilidad emocional: ¿qué es y en qué señales se puede detectar?

Esta característica psicológica está asociada a la idea de tener cambios de humor repentinos.



Las emociones son el fundamento de nuestra actividad mental. Sin ellos, no seríamos capaces de orientar nuestro comportamiento hacia ningún objetivo en concreto, ni sabríamos de una manera aproximada qué queremos y no queremos en nuestras vidas.
Sin embargo, el hecho de contar con un recurso como un amplio abanico de emociones tiene un lado no tan positivo: la posibilidad de experimentar inestabilidad emocional. Veamos en qué consiste y de qué maneras puede aparecer.
¿Qué es la inestabilidad emocional?
La inestabidad emocional es un rasgo de personalidad que pertenece al espectro del neuroticismo, y se expresa a través de la expresión de cambios relativamente bruscos en el estado emocional de una persona.
En algunos casos, la inestabilidad emocional puede ser prácticamente inocua, si el contexto es propicio; pero en otros casos extremos, puede llegar a ser un fenómeno psicológico vinculado al malestar tanto de quien lo experimenta en primera persona como de las personas cercanas a la anterior.
Características de las personas inestables emocionalmente
Entre las características típicas de las personas con inestabilidad emocional, destacan las siguientes.
1. Sesgo hacia el malestar
Puede que en ciertos aspectos parezca que las personas emocionalmente inestables vivan la vida con intensidad, pero el hecho de ser tan sensibles a los cambios que se presentan con cada situación hace que con frecuencia focalicen su atención en esas experiencias que les hacen sentir mal, ya sea por enfado, tristeza o miedo.
Esto es debido a un sesgo dirigido a intentar alejarse del malestar, como objetivo prioritario, más importante que disfrutar de esos momentos de felicidad.
2. Cambios rápidos de humor
La inestabilidad emocional hace que los estímulos del presente se impongan con facilidad a los estados emocionales derivados de experiencias que han pasado hace poco, incluso aunque las nuevas situaciones que desencadenan esas emociones sean aparentemente menos importantes que lo que nos ha ocurrido antes y nos ha dejado ese buen o mal sabor de boca.
Por ejemplo, alguien con inestabilidad emocional que aprobó su examen de conducir hace pocas horas puede sentirse muy triste al ver un anuncio de televisión con un mensaje triste.
3. Baja tolerancia a la frustración
Las personas emocionalmente inestables no suelen asimilar bien los momentos en los que sus expectativas se frustran, ya que ven estas situaciones como problemas añadidos por el simple hecho de ser inesperadas.
4. Relaciones personales complejas
En general, las personas con una pronunciada inestabilidad emocional llegan a tener dificultades para tener una red social y de apoyo amplia, ya que sus habilidades sociales se resienten a causa del bajo control sobre las emociones.
El caso extremo: labilidad afectiva
Cuando la inestabilidad emocional llega a ser tan pronunciada que puede considerarse síntoma de un trastorno mental, es conocido como labilidad afectiva. Se trata de un fenómeno frecuente en trastornos de tipo psicótico como por ejemplo la esquizofrenia, la ciclotimia o el trastorno bipolar.
En estos casos, la situación es grave e incluso puede ir de la mano de otros síntomas que afectan fuertemente a los estados emocionales, como por ejemplo las alucinaciones.
¿Se puede aprender a controlar las emociones?
En los casos no patológicos de inestabilidad emocional, suele ser posible entrenar la capacidad para regular las emociones de una manera útil y adaptativa. Sin embargo, para ello acostumbra a ser necesaria la intervención psicológica con la ayuda de profesionales de esta disciplina.
El ámbito de la Inteligencia Emocional, en concreto, es un área de intervención que apunta hacia descubrimientos prometedores. De esta aptitud mental se sabe que está relacionada con la inteligencia general (medida por el CI) sin ser exactamente lo mismo, y que tiene que ver con la facilidad con la que llegamos a ser felices.

Para gozar de un mejor equilibrio emocional, pues, resulta necesario pasar por una serie de situaciones prácticas que nos ayuden a trazar hábitos de vida que potencien una visión conjunta y coherente de nuestras experiencias, así como una modificación de nuestras creencias fundamentales mediante lo que se conoce como reestructuración cognitiva. De este modo, interpretaciones tremendistas de la realidad, que nos vuelven propensos a los cambios súbitos de humor, perderán fuerza a favor de una percepción más realista de las cosas.

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martes, enero 23, 2018

Los 7 tipos de acoso y sus características

Los 7 tipos de acoso y sus características

Esta clase de ataques contra víctimas puede adoptar diferentes formas.


Cada vez son más los casos de acoso que salen a luz, en la mayoría de los cuales las víctimas han sido el blanco de una serie de conductas y comportamientos vejatorios llevados a cabo por otra persona conocida como agresor o acosador.
Pero es acoso puede tomar muchas formas y darse en una gran variedad de contextos. Por lo que a lo largo de este artículo hablaremos de los diferentes tipos de acoso, así como de las principales motivaciones de los acosadores y de las consecuencias para la o las víctimas.
¿Qué es el acoso?
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su última versión, el concepto “acoso” hace referencia, entre otras a cosas, a la acción de “perseguir, sin darle tregua ni reposo, a un animal o a una persona”, así como también al acto de “apremiar de forma insistente a alguien con molestias o requerimientos”.
De estas acepciones podemos considerar al acoso como una conducta de naturaleza ofensiva y perturbadora en la que la persona acosada experimenta sentimientos de angustia y malestar.
Para que una conducta sea considerada como acoso debe comportar un desequilibrio de poder entre las personas involucradas. Es decir, entre acosador y acosado. Además, estos comportamientos deben de repetirse a lo largo del tiempo, llegando a desencadenar graves consecuencias en el acosado, tanto físicas como psicológicas.
Por lo tanto, las dos características principales que debemos tener en cuenta a la hora de juzgar una conducta como acoso son:
·         Repetición: las conductas llevadas a cabo por el acosador deben de haber sido llevadas a cabo más de una vez o pueden ser susceptibles de ocurrir más veces.
·         Desequilibrio: la persona acosadora utiliza su poder (físico, psicológico, social, etc.) para ejercer un control o perpetrar una serie de conductas perjudiciales a la persona acosada.
Los 7 tipos de acoso
Existen diferentes tipos de comportamientos que pueden ser consideradas como acoso y que están legalmente contempladas como tal. Estos tipos de acoso son los siguientes.
1. Acoso escolar o bullying
Uno de los tipos de acoso más conocido y que más se está dando en los últimos años es el acoso escolar. Este puede ser también conocido como hostigamiento escolar o maltrato escolar.
El acoso escolar consiste en cualquier tipo de maltrato o agresión psicológica, verbal o física llevada a cabo dentro del ámbito escolar, aunque no necesariamente dentro de las aulas. Es decir, para que sea considerado como bullying, debe existir una relación que implique que ambos menores comparten el espacio escolar.
Este tipo de maltrato escolar se distingue porque el acosador intimida de manera reiterada a la víctima, lo cual implica un abuso de poder en tanto en cuanto es llevada a cabo por un agresor o un grupo más fuerte (aunque esta fortaleza sea tan solo percibida por la víctima).
Las consecuencias de este maltrato pueden ser tanto físicas como psicológicas. Dentro de las cuales se incluyen:
·         Temor de asistir a la escuela.
·         Ansiedad y nerviosismo.
·         Depresión.
·         Aislamiento.
·         Suicidio.
Las personas que más riesgo corren de sufrir acoso escolar suelen ser o bien menores con algún tipo de diversidad funcional, o bien aquellos que son percibidos como diferentes por el resto.
2. Acoso laboral o mobbing
El acoso laboral o mobbing consiste en una forma de maltrato que se da dentro del espacio de trabajo.
Este acoso, que puede ser llevado a cabo por una o más personas, se produce especialmente a nivel psicológico a través de conductas como mofas, amenazas, propagación de falsos rumores, desaires o apartando a la víctima del resto del grupo.
A pesar de lo comentado anteriormente, existe la posibilidad de que el acoso acabe por incurrir en conductas violentas, considerándose así un caso de mobbing con agresión.
Como consecuencia, el ámbito laboral se convierte en una potente fuente de estrés que puede llegar a convertirse en crónico e incluso a desencadenar un trastorno de estrés post-traumático (TEPT).
3. Acoso psicológico
También conocido como acoso moral, este tipo de acoso consiste en conductas vejatorias y que atentan contra la dignidad e integridad moral de la persona con la finalidad de desequilibrarla psicológicamente.
En la mayoría de ocasiones los comportamientos pueden llegar a ser tan sutiles que ni tan solo la víctima es consciente de ellas. El acosador ejerce una influencia negativa en la víctima mediante mentiras, palabras o difamaciones, así como mediante la deformación de la realidad.
Inicialmente, el acoso genera una sensación de inestabilidad en la víctima la cual acaba por perder la confianza tanto en ella misma como en los demás, generando una sensación de indefensión y ansiedad que puede derivar en depresión y suicidio.
4. Acoso sexual
Por acoso sexual se entienden todo aquel tipo de conductas intimidantes o coercitivas de naturaleza sexual.
Este tipo de agresiones pueden ser físicas, verbales o no-verbales e incluyen:
·         Actos de violencia física, tocamientos o acercamientos no deseados por la víctima.
·         Comentarios o apelaciones al aspecto físico o vida privada de la víctima, así como supuestos cumplidos o piropos.
·         Gestos de naturaleza sexual y silbidos.
Todas estas conductas pueden tener distintos de grados. Desde conductas levemente molestas para la persona acosada, hasta abusos graves con la finalidad de derivar en un posible acto sexual.
5. Acoso físico o stalking
En quinto lugar se encuentra el acoso físico que consiste en perseguir de manera constante e invasiva a la víctima con la finalidad de establecer un contacto contra la voluntad de esta.
El orígen de este tipo de acoso suele radicar en algún tipo de obsesión que el acosador desarrolla hacia la otra persona, llevando a cabo conductas como:
·         Espiar a la víctima.
·         Perseguirla.
·         Realizar llamadas telefónicas o intentos de contactar con ella.
·         Amenazarla.
·         Conductas violentas hacia la persona acosada.
6. Ciberacoso o ciberstalking
También conocido como acoso virtual o cibernético, es el más contemporáneo de todos los tipos de acoso. En él, la persona o grupo acosador se sirve de medios de comunicación digitales o redes sociales para perpetrar una serie de ofensivas personales, propagación de información confidencial o falsos rumores.
La motivación principal de un ciberacosador es la de causar malestar y angustia psicológica y emocional en la víctima.
7. Acoso inmobiliario
Finalmente, uno de los tipos menos conocidos de acoso es el acoso inmobiliario. En este caso, son aquellas conductas llevadas a cabo por los propietarios de una vivienda o inmueble con la finalidad de que los inquilinos abandonen el domicilio o rescindan el contrato de alquiler en contra de su voluntad.
Estas conductas pueden ir desde el corte de los suministros de agua, luz o gas; hasta la negativa a efectuar reparaciones de la vivienda o provocar deterioros intencionados en esta.


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lunes, enero 22, 2018

¿Cómo son las personas emocionalmente inteligentes?

¿Cómo son las personas emocionalmente inteligentes?

Algunos rasgos para conocer cuál es tu nivel de inteligencia emocional.

Hace tiempo que nuestra concepción acerca de lo que es la inteligencia no se ciñe a un buen desarrollo de las capacidades cognitivas clásicas. Hoy en día hablamos también sobre inteligencia emocional, una de esas facetas humanas que, a pesar de que a menudo son ignoradas y son difíciles de objetivizar, nos afectan en todos los ámbitos de la vida.
¿Qué es la Inteligencia Emocional?
Tal y como vimos en el artículo sobre inteligencia emocional, esta puede definirse como nuestra capacidad para gestionar nuestras emociones de manera adaptativa tanto a la hora de tomar decisiones como cuando necesitamos relacionarnos con los demás o regular nuestros estados afectivos. Sin embargo, como este tipo de inteligencia es difícil de medir y es difícil aislar los resultados de una buena inteligencia emocional, muchas veces se obvian este tipo de habilidades, considerando que todas las personas son más o menos capaces de gestionar sus emociones por igual o que, por el contrario, estas habilidades están codificadas en los genes y no se pueden modificar con la experiencia.
Sin embargo, la inteligencia emocional sí es algo que se puede mejorar con el tiempo, ya que es una de las muchas caras del aprendizaje y el potencial humano, y justamente por eso también existen diferencias entre personas que gestionan bien su efectividad y otras que aún no han aprendido todo lo que podrían. ¡Incluso es posible que algunas hayan estado aprendiendo a mejorar su inteligencia emocional sin saberlo!
Para situarte y saber en qué punto del desarrollo de la inteligencia emocional estás, aquí tienes un breve listado con las características de las personas emocionalmente inteligentes. A su vez, estos puntos te pueden servir para colocarte objetivos a la hora de entrenar en la gestión de las emociones.
10 características de las personas emocionalmente inteligentes
1. No persiguen sólo las recompensas a corto plazo
Este tipo de objetivos o "refuerzos" son el fundamento en el que se asientan, entre otras cosas, las adicciones y la procrastinación. Las personas emocionalmente inteligentes son capaces de no dejarse gobernar por la proximidad inmediata de una recompensa que a largo plazo no resulta beneficiosa.
2. Son capaces de reconocer sus propias emociones
También res resulta relativamente fácil relacionar estas emociones con su origen u orígenes, es decir, los factores principales que han hecho aparecer un estado emocional, sea positivo o negativo.
3. Conocen la importancia del discurso interior
No se limitan a interpretar sus experiencias de manera automática, tal y como se les presentan, sino que ponen esfuerzos por construir una interpretación útil de estas vivencias que les ayude a dirigir sus objetivos hacia una meta útil y mantener un estado emocional que no juegue en su contra.
4. Muestran buenas capacidades empáticas
Son capaces de conectar afectivamente con otras personas de manera rápida y con poca información. Esto las hace más proclives a establecer un diálogo constructivo.
5. Saben exteriorizar sus emociones
Tanto en un diálogo en tiempo real como en un escrito (¡independientemente de la calidad literaria de este!). Saben expresar, pues, su estado emocional en cualquiera de los lenguajes posibles.
6. Orientan sus acciones y sus pensamientos
Hacia la gestión de sus emociones. Saben de la importancia de los pensamientos hacia una adecuada salud mental y espiritual, y gestionan este punto en su favor.
7. Tienden hacia las actitudes positivas
Sin embargo, tampoco se dejan arrastrar por ellas, y saben implícitamente que no hay ningún estado emocional malo de por sí.
8. Los valores que rigen sus vidas son positivos y negativos por igual
Valores positivos para no caer en la crítica constante e improductiva, y valores negativos para no negar la realidad y reconocer los problemas cuando los hay. Sus acciones se fundamentan en la dialéctica de estos dos tipos de valores.
9. Están motivadas y saben motivar a los demás
Reconocen la importancia de las tareas con significado para las personas. Valoran la necesidad de la motivación intrínseca. Y, más importante todavía: son capaces de mantener motivados a sus compañeros. Tienen alma de líder.
10. Consideran al ser humano un ser emocional, no un autómata
Saben de la importancia de los estados afectivos en todas las áreas que tradicionalmente se han creído puramente racionales. Saben que las emociones dan forma a la toma de decisiones, la recuperación de recuerdos, la memorización, etc.
Concluyendo...

Hasta aquí esta lista sobre las características de las personas con buena inteligencia emocional. Recuerda que, tal y como ocurre en todo aprendizaje, nadie llega a encajar perfectamente en esta descripción (entre otras cosas, porque esta se puede interpretar de varias maneras) y que todo entrenamiento conlleva tiempo y cierto esfuerzo.

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