lunes, julio 13, 2020

¿Por qué incumplimos las normas?

¿Por qué incumplimos las normas?

William Torres Psicólogo Clínico y de Familia

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Junto con la pandemia de Covid-19 llegó una nueva estructura de normas establecidas por el gobierno de los países de todo el mundo, en Colombia se firmó el decreto 990, en el cual se estipula las normas que debe cumplir la ciudadanía con el fin de mitigar el riesgo de contagio dentro del territorio nacional.  Pero aun así seguimos viendo en las noticias personas que están saliendo sin el uso de medidas de bioseguridad, personas reuniéndose en grandes grupos, hasta personas las cuales invitan a promover el virus o los cuales no creen que exista el virus.

La razón fundamental de la existencia de las normas obedece a la necesidad, ineludible, de regular la conducta humana, de encauzarla, de dirigirla. Bicchieri distingue entre normas “morales” y “sociales”.

·         Las normas sociales están condicionadas por terceros, nuestras propias acciones pueden tener alguna consecuencia sobre los demás o, mirado desde la perspectiva contraria, los efectos de las acciones de otros pueden tener conciencias sobre nosotros mismos. Al tener una naturaleza social (siendo así imposible vivir fuera de la sociedad humana), resulta claro que las acciones de unos influyen sobre otros, motivo por el cual, hay ciertas conductas que no pueden ser toleradas, en pro del bienestar de este grupo del cual necesitamos. Puesto que no podemos dejar de ser seres sociales, hay que llegar a algún tipo de regulación de nuestra conducta para permitir la subsistencia de dicha sociedad.

·         Las normas morales, a diferencia de las sociales, son incondicionales. Seguimos las normas morales independientemente de lo que hagan o piensen otros. Las seguimos porque contamos con buenas razones independientes para hacerlo. Las expectativas o las preferencias de los demás no proporcionan una buena razón para seguir una norma moral. Seguimos normas morales porque consideramos que son buenas en sí mismas, la razón para obedecer una norma de este tipo, por tanto, reside en el contenido de la norma misma.

 

Por ejemplo, usted puede pensar que reciclar las basuras es algo bueno y puede que, por tanto, se encuentre motivado o motivada para hacerlo. Pero puede que no esté usted dispuesta a ser la única que se esfuerce en reciclar la basura mientras que el resto de sus vecinos se abstienen de cooperar y convierten en inútil su esfuerzo. Si esto es así, puede que usted se encuentre motivada por una norma social. Si, por el contrario, tiene usted una personalidad kantiana y sigue reciclando sus basuras independientemente de lo que hagan sus vecinos, puede que esté usted siguiendo una norma moral. En definitiva, por su naturaleza, las normas morales demandan un compromiso incondicional.

 

La pregunta obvia que surge ante la definición de norma es: ¿y por qué es necesario dirigir o encauzar la conducta humana? La respuesta obliga a comparar la conducta humana con la conducta animal. Hemos visto que en el caso de los animales y lo mismo podría decirse respecto de las plantas, sus conductas se encuentran, por decirlo de algún modo, ya programado, ya establecido. Es por eso que su forma de proceder es siempre la misma, generación tras generación. En el caso de los animales, se ha descubierto que sus conductas están determinadas por sus instintos, motivo por el cual se habla de “unidireccionalidad”.

El hombre al contrario posee inteligencia o razón que le permite conocer el mundo que lo rodea de modo mucho más profundo que un animal; que le permite trazar planes para su futuro, que es siempre cambiante, que nunca está quieto e incluso le permite tener conciencia de su propia existencia, esto es, darse cuenta de que está vivo, acompañado de voluntad; la capacidad de querer o no querer aquello que la inteligencia le muestra, estos dos conceptos razón y voluntad dan origen a lo que usualmente se llama libertad. Lo que no convierte en seres con “pluridireccionalidad”.

Por eso, las normas sólo pueden ser aplicadas a un ser libre; únicamente el hombre puede ser regulado por ellas, porque intentar aplicarlas a otros seres es un sinsentido. De hecho, ellos con su obrar no cumplen ni violan una norma; sencillamente, actúan según lo que son según su naturaleza, estructura o forma de ser. En cambio, el hombre sí puede violar una norma, de ahí que podría decirse que la norma es una especie de “invitación” a hacer un uso mejor de nuestra libertad, invitación que podemos seguir o no, pero de cuyos efectos no podemos escapar.

En cuanto a su estructura, una norma tiene dos aspectos o partes fundamentales: una primera parte está constituida por lo que dice la norma, por su mensaje, o según se ha visto, por lo que ella prescribe. Una segunda parte está constituida por la sanción, esto es, la consecuencia que deviene por el incumplimiento de lo que ella prescribe.

              

William Torres Psicólogo Clínico y de Familia

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La importancia de las normas desde la familia.

En la familia los seres humanos hemos aprendido las maneras de ser regional, los gustos, el habla y el temperamento. En forma definitiva, la familia ha trazado el destino de cada individuo, pero también de nuestra estructura social; tanto en las pequeñas poblaciones como en las grandes ciudades.

Para Minuchin es muy importante para el funcionamiento de una familia el establecimiento de límites. Estos los constituyen las reglas, las cuales definen quiénes participan y de qué manera. La función de los límites es proteger la diferenciación de los integrantes del grupo familiar y el funcionamiento adecuado de la familia. Por ello, deben ser claros y han de definirse de la manera más precisa. En sus estudios de familia observaba que aquellas que funcionaban adecuadamente y se mantenían juntas era porque llegaban a un acuerdo de las relaciones que aceptaban, establecían límites y aceptaban diferencias que se daban en las relaciones.

El establecimiento de normas y límites en el contexto familiar supone uno de los factores de protección más significativos para reducir la probabilidad de aparición de conductas de riesgo, tanto en la infancia como en la adolescencia.

El abanico de posibilidades a la hora de inculcar esas normas en nuestros hijos abarca desde la total permisividad hasta un control absoluto.

Los límites y las normas son fundamentales porque:

         Otorgan a los hijos sentimientos de seguridad y protección.

         Los hijos van creando sus propios referentes y van adquiriendo unas pautas de lo que es y no es válido, lo cual les ayudará a ir conformando su propia escala de valores.

         Ayudan a lograr una convivencia más organizada y promueven el sentido del respeto hacia los demás y hacia uno mismo.

         Preparan a los hijos para la vida en una sociedad que se rige por restricciones y obligaciones, que deberán aprender a cumplir, por el bien de todos.

         Ponen restricciones y límites al comportamiento de los hijos y les ayudan a desarrollar, de forma progresiva, la tolerancia a la frustración, es decir la capacidad para poder asimilar el sentimiento de frustración que provocará el hecho de que no siempre les salgan las cosas como les gustaría.

El espacio de libertad en el que pueden moverse los hijos, está condicionado por dos aspectos fundamentales:

         La edad: a medida que los hijos crecen madurativamente, el margen de libertad ha de ser mayor.

         El comportamiento: Conforme los hijos se comporten de forma responsable y tomen decisiones adecuadas es preciso ampliar el espacio de libertad. Por el contrario, éste ha de restringirse cuando las decisiones no sean las correctas o cuando el niño/a se muestre irresponsable.

Cuando los hijos son todavía pequeños, la indicación de las pautas ha de ser directiva, porque en este periodo la moral es básicamente externa. Inicialmente el niño cumple la norma, no porque la vea razonable, sino porque es impuesta. Aprende que es algo que hay que hacer si quiere conseguir su objetivo (alabanzas, sonrisas…) pero lo hace porque se lo mandan, no porque lo considere conveniente.

Sin embargo, es aconsejable comenzar desde edades tempranas a explicar “el porqué” de cada norma, para que progresivamente comprendan su significado social. Al principio del aprendizaje de una conducta se debe reforzar positivamente de manera constante y, a medida que se va consolidando el comportamiento, disminuye la necesidad de premiar.

William Torres Psicólogo Clínico y de Familia

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Cuando los hijos aprenden a hacer cosas que se consideran adecuadas dentro y fuera de la convivencia familiar, se les debe hacer saber que actúan correctamente. Felicitar por conseguir objetivos intermedios es muy importante para conseguir el comportamiento principal. A medida que los hijos van creciendo se debe tratar de llegar a un acuerdo sobre las normas, que satisfaga tanto a padres como a hijos, pero en el caso de que no sea posible alcanzar un acuerdo, es fundamental señalar que siempre prevalecerá el criterio adoptado por los padres.

Características y tipos de normas

Para favorecer el cumplimiento de las normas que se establecen en la familia, debemos tener en cuenta que éstas deben ser:

         Realistas: las normas han de ser posibles de cumplir y estar ajustadas a la realidad, la edad, habilidades y grado de maduración de los hijos.

         Claras: las normas han de ser entendidas para poder ser cumplidas. Los hijos deben saber exactamente qué es lo que se espera de ellos y qué clase de consecuencias pueden esperar en caso de no cumplirlas.

         Consistentes: la aplicación de las normas debe ser aproximadamente la misma, independientemente del estado de ánimo, de la presencia de otra persona, de las ocupaciones de ese momento.

         Coherentes: las normas han de ser coherentes entre sí. Los distintos miembros de una familia tienen diferentes funciones y, por otro lado, también diferentes normas, pero todas deben poder integrase dentro de un mismo sistema. Los padres deben tener muy claras cuáles son las normas que consideran oportunas y necesarias, así como la importancia que éstas tienen para ellos.

La responsabilidad supone la toma de conciencia e interiorización de las obligaciones y compromisos contraídos, así como la capacidad para responder a las consecuencias de los actos realizados. Esto requiere un conjunto de estrategias y habilidades que la persona va desarrollando a lo largo de su vida.

Ser responsable supone:

         Conocer y practicar las normas familiares.

         Tener suficientes habilidades de autocontrol.

         Disponer de autonomía suficiente para tomar decisiones propias, conociendo las consecuencias tanto positivas como negativas de las mismas.

         Plantearse objetivos estables, concretos, bien delimitados y asequibles.

         Estar motivados para conseguir los objetivos que cada uno se propone.

Por último, la familia puede favorecer el desarrollo de la responsabilidad a través de las siguientes estrategias:

         Facilitar a los hijos las máximas oportunidades para tomar decisiones desde que son pequeños.

         Crear un adecuado ambiente familiar en el que se anime a que el niño tome decisiones. Cuando se toman decisiones correctas se tiene la sensación de control sobre ciertas situaciones concretas, lo que contribuye a elevar el autoconcepto y la autoestima.

         Proporcionándoles apoyo y seguridad.

         Informándoles de los límites que existen en el comportamiento.

         Recompensándoles la iniciativa del ejercicio de responsabilidades.


William Torres Psicólogo Clínico y de Familia

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Información recolectada de :

http://www.scielo.org.co/pdf/rups/v12n2/v12n2a24.pdf

https://www.redalyc.org/pdf/679/67940023003.pdf

http://biblioteca.clacso.edu.ar/Peru/grade/20170417011412/normassociales_MJ_35.pdf

https://www.madrid.es/UnidadesDescentralizadas/Salud/Publicaciones%20Propias%20Madrid%20salud/Publicaciones%20Propias%20ISP%20e%20IA/PublicacionesAdicciones/ficheros/NormasyLimites.pdf

https://www.uss.cl/wp-content/uploads/2018/03/Documento-de-trabajo-n%C2%B0-23.pdf

http://revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/article/view/407