Inestabilidad emocional: ¿qué es y en qué señales se puede detectar?
Esta característica psicológica está asociada a la idea de tener cambios de humor repentinos.
Las
emociones son el fundamento de nuestra actividad mental. Sin ellos, no seríamos
capaces de orientar nuestro comportamiento hacia ningún objetivo en concreto,
ni sabríamos de una manera aproximada qué queremos y no queremos en nuestras
vidas.
Sin embargo,
el hecho de contar con un recurso como un amplio abanico de emociones tiene un
lado no tan positivo: la posibilidad de experimentar inestabilidad
emocional. Veamos en qué consiste y de qué maneras puede aparecer.
¿Qué
es la inestabilidad emocional?
La
inestabidad emocional es un rasgo de personalidad que pertenece al espectro del
neuroticismo, y se expresa a través de la expresión de cambios
relativamente bruscos en el estado emocional de una persona.
En algunos
casos, la inestabilidad emocional puede ser prácticamente inocua, si el
contexto es propicio; pero en otros casos extremos, puede llegar a ser
un fenómeno psicológico vinculado al malestar tanto de quien lo
experimenta en primera persona como de las personas cercanas a la anterior.
Características
de las personas inestables emocionalmente
Entre las
características típicas de las personas con inestabilidad emocional, destacan
las siguientes.
1.
Sesgo hacia el malestar
Puede que en
ciertos aspectos parezca que las personas emocionalmente inestables vivan la
vida con intensidad, pero el hecho de ser tan sensibles a los cambios que se
presentan con cada situación hace que con frecuencia focalicen su atención
en esas experiencias que les hacen sentir mal, ya sea por enfado,
tristeza o miedo.
Esto es
debido a un sesgo dirigido a intentar alejarse del malestar, como objetivo
prioritario, más importante que disfrutar de esos momentos de felicidad.
2.
Cambios rápidos de humor
La
inestabilidad emocional hace que los estímulos del presente se impongan con
facilidad a los estados emocionales derivados de experiencias que han pasado
hace poco, incluso aunque las nuevas situaciones que desencadenan esas
emociones sean aparentemente menos importantes que lo que nos ha ocurrido antes
y nos ha dejado ese buen o mal sabor de boca.
Por ejemplo,
alguien con inestabilidad emocional que aprobó su examen de conducir hace pocas
horas puede sentirse muy triste al ver un anuncio de televisión con un mensaje
triste.
3.
Baja tolerancia a la frustración
Las personas
emocionalmente inestables no suelen asimilar bien los momentos en los que
sus expectativas se frustran, ya que ven estas situaciones como problemas
añadidos por el simple hecho de ser inesperadas.
4.
Relaciones personales complejas
En general,
las personas con una pronunciada inestabilidad emocional llegan a tener dificultades
para tener una red social y de apoyo amplia, ya que sus habilidades
sociales se resienten a causa del bajo control sobre las emociones.
El
caso extremo: labilidad afectiva
Cuando la
inestabilidad emocional llega a ser tan pronunciada que puede
considerarse síntoma de un trastorno mental, es conocido como labilidad
afectiva. Se trata de un fenómeno frecuente en trastornos de tipo psicótico
como por ejemplo la esquizofrenia, la ciclotimia o el trastorno bipolar.
En estos
casos, la situación es grave e incluso puede ir de la mano de otros síntomas
que afectan fuertemente a los estados emocionales, como por ejemplo las
alucinaciones.
¿Se
puede aprender a controlar las emociones?
En los casos
no patológicos de inestabilidad emocional, suele ser posible entrenar la
capacidad para regular las emociones de una manera útil y adaptativa. Sin
embargo, para ello acostumbra a ser necesaria la intervención psicológica con
la ayuda de profesionales de esta disciplina.
El ámbito de
la Inteligencia Emocional, en concreto, es un área de
intervención que apunta hacia descubrimientos prometedores. De esta aptitud
mental se sabe que está relacionada con la inteligencia general (medida por el
CI) sin ser exactamente lo mismo, y que tiene que ver con la facilidad con la
que llegamos a ser felices.
Para gozar
de un mejor equilibrio emocional, pues, resulta necesario pasar por una serie
de situaciones prácticas que nos ayuden a trazar hábitos de vida que potencien
una visión conjunta y coherente de nuestras experiencias, así como una
modificación de nuestras creencias fundamentales mediante lo que se conoce
como reestructuración cognitiva.
De este modo, interpretaciones tremendistas de la realidad, que nos vuelven
propensos a los cambios súbitos de humor, perderán fuerza a favor de una
percepción más realista de las cosas.
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