El Espectador - Opinion
Miércoles 12 De Septiembre 11, 2018
¿Libre
Personalidad?
Admiré profundamente a Carlos Gaviria. Voté por él cuando
lanzó su candidatura a la Presidencia. Lamenté su derrota. Este país habría
sido muy diferente si él hubiera tomado las riendas. De eso estoy segura.
También sentí que con su muerte habíamos perdido a un hombre irrepetible.
Sin embargo, jamás compartí su creencia de que el consumo
de sustancias psicoactivas (marihuana, cocaína, bazuco, éxtasis) debería
permitirse en las dosis mínimas, acudiendo al “libre desarrollo de la
personalidad”. Siempre me pareció un contrasentido.
¿Cuál es la “dosis mínima” para un adicto? En mi caso, como
adicta que soy, la mínima no existiría, porque siempre necesitaba más. Viví en
carne propia lo que fue el “libre desarrollo de mi personalidad” cuando
consumía. Como cada día me iba sumiendo en el caos, la depresión, los ataques
incontrolables de ira, la vida ingobernable, la ausencia absoluta del deseo de
vivir, la angustia de ver amanecer, la rabia al escuchar el canto de los
pájaros, la ausencia de mis hijos porque no podía acercarme a ellos
emocionalmente aun amándolos con desespero…
Mi personalidad quedó atrapada, encarcelada, estrangulada
por las sustancias que se fueron convirtiendo en mi único dios. Perdí todas las
batallas y ellas se ganaron todos los trofeos. Descubrí el infierno. Lo viví,
lo sentí y jamás pensé que podría apartarme de ellas, porque se convirtieron en
mi razón de existir.
Las conocí ya adulta y parida. No era una adolescente. Era
una mujer ya “hecha y derecha” con un carácter estructurado dentro de unos
parámetros y valores morales firmes y una educación privilegiada. En mi familia
nuclear jamás vi consumir alcohol ni mucho menos otras sustancias. Tenía los
cuatro ases en la mano. Y el inicio, primero social y luego frecuente, llegó a
ser diario y el único motor de mi vida. Quedé en bancarrota espiritual, física
y emocional. Sobredosis, lagunas, intento de suicidio… y otras yerbas.
Fue un proceso duro, doloroso, el de la recuperación. Recaí
después de siete años y creí que jamás podría parar. Tuve que iniciar mi vida
de cero otra vez y casi no lo logro. De eso hace ya 20 años. Me sirve el “Solo
por hoy” y asistir a los grupos de apoyo.
Cuando veo en parques, clubes o salidas de colegios a
jóvenes que están apenas iniciando su vida consumiendo su “dosis personal” y
ejerciendo su derecho al “libre desarrollo de su personalidad” me llora el
alma… Muchos serán afortunados y no pasarán de un consumo esporádico. Otros
caerán en las garras diabólicas de la adicción. Pero todos están destruyendo
sus neuronas, alterando sus emociones y atacando lo más sagrado que tenemos,
que es, precisamente, la libertad de desarrollar la verdadera y auténtica
personalidad. ¡No hay mejor droga que un cerebro limpio de drogas!
Una cosa muy diferente es la legalización de las
plantaciones de coca y marihuana para acabar con el narcotráfico, que cada día
aumenta, y otra muy diferente aceptar la “dosis personal” en jóvenes que no
saben qué es “libre desarrollo de la personalidad” y se están jodiendo la vida
al menudeo.
El Espectador - Opinion
Miércoles 12 De Septiembre11, 2018
¿Libre Personalidad?
Por: Aura Lucía Mera