Cuando el sexo encubre la Intimidad
Hasta hace pocos
años la sexualidad era un tabú, algo absolutamente secreto que causaba una
variedad de distorsiones en la salud mental de millones de personas, aquejadas
de enfermedades que eran fruto de la represión sexual. Vivir el sexo motivados
por deseos ajenos a la reproducción estaba muy mal visto y masturbarse
constituía un peligro para la vida, según avisaban médicos, educadores y
psicólogos.
Los tiempos han cambiado y la
sociedad puritana y moralista de principios de siglo parece haber pasado a la
historia. Digo parece porque, en algunos contextos, aún quedan resquicios de
cierta fobia a la vida. Pero hoy día se habla de sexo deliberadamente en casi todos los rincones
del planeta y hasta los medios de comunicación lo usan como gancho para sumar
adeptos al consumo de cualquier cosa, a fuerza de estímulos sexuales.
Y como nos gustan tanto los extremos,
se da en la sociedad actual una variante de la distorsión, que aparece
perfectamente encubierta y que difícilmente se desvela a primera vista. Se trata del sexo como forma de
esconder. El sexo como forma de evitar, de huir del contacto, de esquivar el
conflicto, de no decir lo que hay que decir, de no mostrarse, de no dejarse
conocer.
Pienso que esta es una de las derivaciones de la confusión entre el sexo
y la sexualidad. El sexo puede ser algo mecánico, puramente físico, que no exige más
que la presencia de dos cuerpos. Por supuesto que también puede ser
satisfactorio y que no debería estar supeditado a normas o instituciones más
allá del libre albedrío de las personas involucradas. La sexualidad es algo más
complejo, que trasciende el coito –aunque en ocasiones lo incluya– y que ocupa
un lugar primordial en la vida de cualquier persona, desde que nace hasta que
muere. La sexualidad es vida, es energía, es juego, es trabajo, es creatividad,
es amistad, es proyecto… y también es sexo.
¿Cómo se puede
presentar esta variante de la distorsión sexual, en la que el sexo encubre la
intimidad?
Recordemos algunas historias:
1. – Él llega a casa a las tantas y ella
ha pasado la noche en vela preguntándose dónde estaría. La esperada pregunta no
llega a pronunciarse, pero sí el sexo callado, doliente y evasivo, para luego
dormir profundamente y no tener que ver, ni hablar y mucho menos discutir. Por
supuesto, se puede invertir la historia siendo ella la que llega mientras él
espera. O él y él, o ella y ella. Pero en todo caso, parece que aquí
hay una conversación pendiente.
2.– Esta es una pareja con algún tiempo
de relación, en la que se han acumulado “pequeñas“ molestias. El día que ella
se enfadó por “nada”, la mañana que él no se acordó de llevar la basura, el
domingo que hubo que cambiar la reunión de amigos por la visita familiar… Cosas “sin
importancia” de las que nunca se ha hablado pero que, cuando estallan los
rencores en los ojos y no hay forma de acallarlos, basta con cerrarlos y acudir
a un sexo rabioso o resignado, lo que sea con tal de no tener que hablar del
tema.
3.– Esta otra pareja vive en una
batalla campal día sí y día no. Cuando a alguno de los dos le asalta la cordura
y sólo le queda decir “adiós”, aparece un huracán que le lleva hacia otro
mundo, el del sexo que descarga las tensiones, que modifica la percepción, que aleja
del pensamiento la “loca idea” de entrar de lleno en el conflicto y resolverlo…
o irse.
4.– Había una vez un hombre (o una
mujer) con una apariencia de poder sexual indiscutible, que necesitaba hacer
honor a su presencia y se dedicaba, en sus relaciones sexuales, a imitar las
técnicas aprendidas en su web preferida, en plan: “Cómo satisfacer a una
mujer”, ó, “10 tips para ser la/el mejor en la cama”. Con el programa preparado
de antemano, difícilmente hubo lugar para la intimidad, la incerteza o la
vulnerabilidad. Y mucho menos para la potencia sexual real. Pero no importaba
pues, al fin y al cabo, dar la talla parecía ser la prioridad.
El problema no es el sexo, y ojalá
estuviéramos tan lejos como creemos de las odiosas fobias puritanas del siglo
pasado. La dificultad suele producirse cuando se usa el sexo como herramienta
de evasión. Cuando se utiliza para no encontrarse, creando un corto circuito entre el
cuerpo y la mente y enfermándolo todo, como sucede con cualquier droga cuando
se usa para sentirse mejor persona, al menos por una hora.
Vivir la sexualidad y el sexo con
placer, con salud y libertad es un derecho de todos y todas. Y también es un
derecho tomar contacto con las emociones y comunicarlas más directamente, a
quien y en donde corresponda. Tal vez así sea más fácil saber dónde estamos,
para poder informar a los demás dónde pueden encontrarnos
by María Clara Ruiz