Personas emocionalmente maduras: 6 rasgos que las definen
¿Qué significa exactamente madurar psicológicamente? Veámoslo.
Aunque
se hable mucho acerca de la distinción entre personas maduras y personas
inmaduras,
a la práctica no se suele saber muy bien a qué nos estamos refiriendo. Intuimos
que tiene algo que ver con el hecho de haber dado o no el paso hacia la
adultez, pero hay mucha controversia acerca de en qué consiste exactamente
madurar.
Por
ejemplo, alguien puede pensar que se llega a la madurez al entrar en un estado
en el que aprendemos a desprendernos de las cosas y verlo todo desde un cierto
distanciamiento, mientras que para otros, significa empezar a comprometerse con
el mundo y dejar de lado el individualismo y el egoísmo. En definitiva, cada persona identifica la madurez
con el horizonte ético al que aspira llegar algún día.
Además,
en la mayoría de conversaciones al respecto tampoco está muy claro que
comportarse como personas adultas sea siempre lo más deseable. ¿Acaso no hay
aspectos de la infancia y la adolescencia que son muy valorados? Por ejemplo,
la espontaneidad, la curiosidad o la relativa falta de prejuicios siempre son
vistas como aspectos psicológicos de los más pequeños que deberíamos imitar.
¿Se
puede encontrar una concepción de lo que son las personas emocionalmente maduras que
sea más consistente de lo que solemos
hacer al hablar? En realidad, sí.
¿Cómo
son las personas emocionalmente maduras?
Varias
investigaciones han mostrado que uno de los rasgos que distinguen más a las
personas maduras y a los niños pequeños es la demora de la gratificación, la capacidad para pensar en objetivos
que queremos cumplir a medio o largo plazo. Por ejemplo, cuando
se es muy joven cuesta mucho más abstenerse de alcanzar un caramelo y comérselo
aunque nos hayan informado de que si pasados unos minutos no hemos en la
tentación nos darán muchos más premios como ese.
Esto se
debe, en parte, a la manera en la que madura nuestro sistema nervioso: al
principio, las interconexiones entre las neuronas son simples y relativamente
poco numerosas, por lo que solo podemos pensar de manera no abstracta, es
decir, en metas poco concretas y nada significativas más allá del placer
inmediato.
A medida
que crecemos, las áreas del encéfalo van conectándose más entre sí mediante la sustancia blanca, de manera que va
mejorando nuestra capacidad para pensar de manera abstracta y, con ella,
nuestra propensión a tener en cuenta objetivos a largo plazo y de alcance más
amplio. Sin embargo, incluso en adultos hay diferencias
individuales entre quienes lo apuestan todo a lo efímero y
quienes tratan de hacer que su vida se base en algo más trascendente.
A
partir de esta información, es posible comprender en qué consiste realmente la
madurez emocional aplicada a cómo nos relacionamos con nuestros objetivos y con
el resto de personas. De manera aproximada, las personas emocionalmente maduras
son así:
1.
Aceptan los compromisos emocionales
No es
obligatorio hacer que cualquier relación afectiva se rija por las normas que
caracterizan a la monogamia. Sin embargo, las personas emocionalmente maduras procuran
que sus relaciones más cercanas estén sostenidas por una serie de compromisos que
evitarán situaciones de chantaje emocional indirecto. Lo importante para estas
personas es rechazar la unilateralidad.
2. No
le temen al amor
Las personas emocionalmente maduras son capaces de no obsesionarse con miedos
infundados acerca de lo que puede ocurrir a largo plazo, porque aprenden a no
sobredimensionar el coste de oportunidad (aquello que supuestamente nos estamos
perdiendo por hacer lo que estamos haciendo).
Así
pues, no le temen a la posibilidad de implicarse emocionalmente con alguien. A
fin de cuentas, tener una visión completa, global y
realista sobre lo que nos pasará en el futuro implica no
idealizar ni torturarse por no vivir cosas que muy posiblemente tampoco habrían
ocurrido.
3.
Saben expresar sus prioridades
Una
buena parte de lo que significa saber regular las propias emociones y deseos a
la hora de establecer prioridades en la vida consiste en saber
comunicar al resto de manera consistente lo que se quiere hacer.
Quien realmente sabe que su escala de valores y aquello que le motiva son algo
legítimo y digno, no lo esconde.
4.
Valoran las amistades por sí mismas, no como un instrumento
Para
las personas emocionalmente maduras los lazos de amistad que las unen a otros
son algo que merece ser cultivado, invirtiendo en ellas tiempo y esfuerzos.
Esto es
así porque la amistad es siempre algo más que esos momentos puntuales de charla
y diversión con amigos, algo que cualquiera puede apreciar de un modo
superficial; son proyectos que se despliegan en el tiempo y que, por
consiguiente, significa algo. Un amigo no puede ser sustituido.
Por
eso, quien es maduro deja de invertir tiempo en relaciones que no significan
nada, aunque el entorno presione para siga al lado de ciertas personas, y se
concentran en aquellas que sí llenan.
5.
Afrontan las contradicciones emocionales directamente
Las
emociones son por definición irracionales, y por eso es frecuente que entren en
contradicción entre sí; es algo que también ocurre en las personas maduras. Lo
que distingue a estas últimas del resto es que afrontan estas situaciones
directamente, reconociendo que sienten algo complejo, en
vez de hacer como si el problema no existiese y tratar de
dirigir la atención hacia distracciones vanales. De este modo, son capaces de
tomar las riendas de la situación antes, lo cual significa que salen
beneficiadas a largo plazo.
6. No
procrastinan
La
procrastinación, que es la tendencia de dejar para otro día lo que puede ser
hecho en el presente, es algo frecuente en mucha gente. Las personas
emocionalmente maduras, al no ceder ante las tentaciones
inmediatas si esto las perjudica a medio y largo plazo, no
dejan que estas situaciones se descontrolen y atienden sus responsabilidades y
obligaciones cuando toca.
https://psicologiaymente.net/personalidad/personas-emocionalmente-maduras