Disfunciones sexuales: qué son, qué tipos hay
y cómo se tratan
Un resumen de las principales características de esta clase de problemas
en la vida y en la pareja.
Las disfunciones sexuales son
todas aquellas situaciones en las que la
satisfacción sexual o la respuesta sexual se ven afectadas y ello impide participar en una relación
sexual deseada. Afectan tanto a hombres como a mujeres y no tienen por qué ir
asociadas a la edad o a la orientación sexual.
Nuestra sexualidad es valorada,
aunque sea de forma privada e íntima, como uno de los aspectos más importantes
de nuestra vida. Sin embargo, de todas y todos es sabido que a lo largo de la
historia, la sexualidad humana ha sido nido
de tabúes, prejuicios y censura.
La represión de la sexualidad,
nada buena, el freno del deseo y la ignorancia generalizada sobre el tema
provoca no solo que no podamos conocer, expresar y disfrutar al máximo nuestra
sexualidad, sino que en no pocas ocasiones provocan la aparición de
dificultades más graves que nos impiden ese goce y que perjudican nuestras
relaciones, tanto de pareja, como a nivel social, ya que dañan la autoestima y
la satisfacción general con la vida.
Prevalencia
Aunque las estadísticas son
confusas, debido al desacuerdo que suele haber en la clasificación de las
disfunciones sexuales, indican una
prevalencia bastante alta. Masters y Johnson, pioneros en la
investigación de la sexualidad humana en la década de los 60, indicaron que el
50% de parejas heterosexuales presentaba alguna disfunción sexual.
Actualmente, según el Instituto
Andaluz de Sexología y Psicología (2002) la disfunción sexual por la que más se
consulta es la disfunción eréctil, que abarca el 48% de las consultas. La eyaculación precoz le sigue con un 28,8% y después, el deseo
sexual hipoactivo (8%), la anorgasmia femenina (7,4%), el vaginismo (1,6%) y
trastornos del orgasmo masculino (0,4%).
¿Cómo puedo saber si padezco alguna disfunción sexual?
En el momento en que sientas
malestar o insatisfacción en lo relacionado con tu conducta sexual. Para mí, la
disfunción comienza cuando es la propia
persona la que no está a gusto en sus relaciones, no cuando el
cuerpo no responde como la sociedad dicta que debería responder (Ej.: “Un
hombre de verdad aguanta más de X tiempo”, si tú estás satisfecho con tu tiempo
de eyaculación y tu pareja también, no hay disfunción sexual que valga). Es
decir, es una percepción subjetiva.
Cómo interfiere en la calidad de vida
Nuestro cuerpo es un medio para
el placer. Si este no funciona como nos gustaría ese placer se va a ver
invadido, y ¿no proporciona el placer
calidad de vida en todos los sentidos? Si nuestras relaciones
sexuales no nos proporcionan satisfacción vamos a dejar de mantenerlas, cuando
numerosos estudios dicen que una de las variables que está asociada a la
satisfacción sexual es la frecuencia con la que se tienen, tanto para hombres
como para mujeres.
Además, como es evidente, no solo
se van deteriorando la relación de pareja en la cama, sino también la confianza
en una/o misma/o, la autoestima se ve deteriorada y en caso de tener pareja
estable, la comunicación con esta y la
satisfacción en general con la relación también va en detrimento.
Como es habitual, pero no por
ello la mejor elección, los problemas sexuales se suelen vivir en
silencio. Esto solo genera serios conflictos
internos (y con la pareja), mermando consecuentemente la calidad de vida.
Por qué es importante el tratamiento
Las disfunciones sexuales suelen
convertirse en un círculo vicioso. Se empieza teniendo un episodio en el que
nuestro cuerpo no ha reaccionado como nosotros queríamos (se ha perdido o no se
ha conseguido una erección, de repente no apetece tener relaciones sexuales, no
consigo llegar al clímax o eyaculo antes de lo que me gustaría).
A la siguiente relación sexual ya
se va con cierta ansiedad anticipatoria en el cuerpo por miedo a que vuelva a
pasar; esa ansiedad es la que hace que el cuerpo no vuelva a funcionar. Así,
hasta que se deja de intentar (“total, no voy a disfrutar” o “total, ¿para qué
lo voy a intentar si no voy a conseguir?” o “soy un inútil” o “quiero
satisfacerle/a y no puedo”). En fin, entras
en un bucle del que es muy difícil salir y para el que se necesita, en la gran
mayoría de los casos, de ayuda terapéutica.
Hablar de los problemas
relacionados con la sexualidad produce emociones muy complejas como la culpa,
la vergüenza o el fracaso. Por eso, a muchas personas y parejas les cuesta
muchísimo dar el paso para acudir a terapia.
Sabemos que cuesta mucho, en
primer lugar, aceptar que tienes un problema que por lo general da vergüenza
admitir ante uno mismo y ante los demás, y en segundo lugar, atreverse a pedir ayuda. Muchas parejas pasan una media de 3 años sin
hablar de solucionar el problema y pasan 5 hasta que acuden a terapia.
La razón primordial por la que es
importante tratarlas es porque los problemas en la cama producen dolor
emocional (y físico en algunas disfunciones) que puede afectar a la autoestima
y a tu calidad de vida en general. Es
importante que no dejes que las emociones de las que hablábamos antes te
invadan y no te dejen
ponerle fin a ese círculo vicioso, ya que son precisamente ellas las que lo
alimentan.
Referencias bibliográficas:
·
Toquero
de la Torre, F., Zarco Rodríguez, J., Cabello-Santamaría, F., Alcoba Valls,
S., García-Giralda Ruiz, L. and San Martín Blanco, C. (2004). Guía de buena
práctica clínica en disfunciones sexuales. Madrid: Organización Médica
Colegial.
·
por UPAD
Psicología y Coaching