El estrés y el sexo: cuando la mente y el cuerpo nos juegan en contra
“Te juro que es la primera
vez que me pasa”; “hoy no, me duele la cabeza”… Excusas muchas veces dichas,
negativas muchas veces escuchadas. La respuesta sexual es instintiva, pero
entre los humanos se halla condicionada por la conciencia, la voluntad y la cultura.
¿Qué pasa cuando la sangre, en vez de circular hacia la zona genital, se queda
trabajando en el cerebro tratando de resolver un problema laboral?
Una vez que no llegue al orgasmo, una vez
que no consiga la erección… Son fallas, sí, pero nada grave, nada de qué
preocuparse. Aunque no estaría de más analizar si estos pequeños traspiés
coinciden con alguna demanda estresante, considerablemente distractiva, debe
dárseles la importancia –ninguna- que se merecen.
¿Qué son las disfunciones sexuales humanas?
Son las dificultades que afectan repetidamente alguna o algunas de
las etapas de la respuesta esperable. Cada una de ellas puede ser accidental o
crónica –aunque después de un par de “accidentes” tienden a instalarse-, de
origen físico, emocional o anímico, estar o no vinculada con las otras y
permitir distintos grados de reversibilidad, pero en síntesis se trata de:
-Anafrodisia
(ausencia de deseo).
-Ausencia
o insuficiencia de la erección del pene o de la secreción vaginal, vaginismo o
eyaculación precoz relacionados
–o no- con la anafrodisia.
-Anorgasmia,
imposibilidad o seria dificultad de alcanzar el orgasmo.
Algunas veces, la disfunción proviene de
daño orgánico (ya sea local o sistémico, curable o incurable) pero en
todos los casos el factor psicológico es determinante del problema y, sobre
todo, de su reiteración: una experiencia de eyaculación precoz, de falla
eréctil o de dolor vaginal frente a la penetración, cualquiera sea su causa,
con seguridad va a obstaculizar los siguientes intentos, aún en ausencia del
motivo original.
El
estrés “en” el sexo
Un enemigo mortal del ejercicio pleno de la
sexualidad es el mal estrés, ya sea por sus manifestaciones propias (tensión,
mal humor, cansancio, desinterés, irritabilidad, impaciencia) como por su
incidencia negativa en la salud general. La entrega que requiere un acto sexual
satisfactorio es difícil, si no imposible, con un malestar físico o un estado
de ánimo negativo. Por otra parte, des de un ángulo puramente fisiológico,
durante la respuesta adaptativa a otras demandas, se produce una baja de los
niveles de andrógenos y estrógenos.
Las manifestaciones del estrés no se
limitan a la tensión nerviosa o a la gastritis. De hecho, una de las más
características es, precisamente, la disfunción sexual. Cuando alguien tiene en
claro que la situación –económica, afectiva, laboral- lo desborda, incluso es
preferible que no intente tener una relación; el riesgo va más allá de una
falla accidental porque, como sabemos, ésta misma es desencadenante de otras y
capaz de instalar la idea de un problema insuperable.
Ni pensar en “usar” el sexo como sustituto
de otras carencias, porque lo más probable es que conduzca al fracaso. Hacer el
amor consuela, anima, relaja y muchas cosas más, pero no si se practica a la fuerza,
sin hacer prevalecer el deseo.
Ninguno de los elementos que suelen estar
presentes en un cuadro distrés (depresión, ansiedad, angustia) es,
precisamente, un motor de la libido. Ni hablar de los malestares corporales que
suelen acompañar al estrés o la presencia de síntomas de pánico o burnout.
El
estrés “del” sexo
A su vez, el sexo es factor de estrés, por
ausencia o presencia. Por un lado, la abstinencia, aún la elegida, implica una
sobrecarga de impulsos insatisfechos, por más que se procuren canalizar hacia
otros objetivos.
En cuanto a la práctica sexual, también
suele ser agente estresante. En realidad –y por suerte- si se considera la
acepción extensa de la palabra “estrés”, siempre lo es. En efecto, la
aceleración de los latidos del corazón, el cosquilleo en el estómago, el rubor,
la emoción, la energía adicional que el deseo y el amor ponen en marcha forman
parte del “estrés” más delicioso y ambicionado de la especie.
Sin embargo, experiencias de cambio sexual
(la primera vez con una pareja), la rutina, la presión, el apuro y la ansiedad
y el miedo son factores que, desde el sexo, estresan.
Original tomado de: https://www.clarin.com/pareja-y-sexo/sexo-estres_0_ryhTd2YPXg.html
Original tomado de: https://www.clarin.com/pareja-y-sexo/sexo-estres_0_ryhTd2YPXg.html