Gratitud
La virtud de
la gratitud “tiene por objeto recompensar de algún modo al bienhechor por
beneficio recibido”.
Hija
potencial de la justicia y de la humildad, la gratitud es el sentimiento por el
cual nos sentimos obligados a estimar el beneficio o favor recibido y a
corresponder a él de alguna manera. El bienhechor, dándonos gratuitamente
alguna cosa a la que teníamos derecho o no, se hace acreedor de nuestra
gratitud y, en todo corazón noble, brota espontáneamente la necesidad de
demostrárselo cuando tengamos ocasión de hacerlo. La gratitud nos hace tomar
conciencia de que somos deudores y nos lleva a admitir que los dones,
gracias, favores y ayudas recibidas cada día merecen un
reconocimiento Esta virtud por lo tanto, valora la generosidad de quien
nos lo ha dado y mueve nuestra voluntad para corresponder a estos dones,
aprovechándolos, desarrollándolos y poniéndolos al servicio de los demás. De
ahí que sea vil y nos degrade el feo pecado de la ingratitud.
La verdadera
gratitud no es sólo decir gracias. Es agradecer con el corazón es la
respuesta que brindan las personas nobles ante los beneficios recibidos. Hay algo
innoble en el permanecer impasible ante un beneficio recibido. Séneca, que era
pagano, ya decía que: “Es ingrato el que niega el beneficio recibido; ingrato
es quien lo disimula; más ingrato quien no lo descubre y más ingrato de todos
quien se olvida de él”. También reza el refrán popular: “No es bien nacido
quien no es agradecido”. La gratitud también nos moverá a valorar lo que
tenemos y no a enumerar lo que nos falta Agradecer lo que se tiene y lo
que se ha recibido debiera ser una actitud inteligente y positiva ante la
vida. Primero Dios (con quien tenemos contraída la mayor deuda) que
nos ha dado la vida sacándonos de la nada. Agradecerle que si bien nuestro hijo
está mirando televisión en el sofá y su cuarto no está todo lo ordenado que
quisiéramos, signifique que está en casa y no en la calle... Que todo el
trabajo que tengo en mi hogar significa que tengo una familia con seres
queridos de quienes tengo que ocuparme... Que si los pantalones me quedan
ajustados y me ponen de mal humor significa que tengo mas para comer de lo que
realmente necesito... Que si tengo que cortar el césped, podar la enredadera y
arreglar las persianas significa que tengo una casa... Que si a la noche estoy
cansada de trabajar significa que tengo trabajo... Que si no tolero a la señora
que desafina en el banco de atrás cuando canta en misa significa que puedo
oír... Que si no soporto el despertador a la mañana es porque significa que
estoy vivo... Agradecer a Dios que nos permitió la maravilla de poder ver... de
poder caminar... De poder oír el murmullo de las olas y el canto de los
pájaros... De poder experimentar la inigualable experiencia de enamorarnos...
De disfrutar de los sentidos mientras que otros muchos no pueden.
Sirva esta
anécdota como ejemplo a lo que digo. Había un ciego sentado en la vereda con
una gorra a sus pies y una tabla de madera donde se leía: “Por favor, ayúdeme.
Soy ciego.” Una persona que pasaba se detuvo delante de él y vió las pocas
monedas que había en la gorra. Le pidió permiso para escribir algo distinto.
Tomó la tabla de madera, borró el anuncio y escribió otro con una tiza,
volviendo a ponerlo sobre los pies del ciego y se fue. Al día siguiente, al
pasar por el mismo lugar frente al ciego, vió que la gorra estaba llena de
monedas y billetes. El ciego, que reconoció sus pasos le preguntó que había
escrito en el cartel: “Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, sólo que con
otras palabras”. El ciego nunca lo supo pero su cartel ahora decía: “¡Hoy
es primavera y no la puedo ver!”...
Original tomado de:
http://www.ciudad-oracion.com/gratitud.html
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