5 HUELLAS EMOCIONALES EN LOS HIJOS DE
PADRES ALCOHÓLICOS
Los
padres alcohólicos dejan muchas huellas en la mente de sus hijos. Siempre deben
observarse las especificidades de cada caso, porque los efectos dependen de la
severidad de la adicción y de sus manifestaciones, de la edad de los hijos, de
la posición de la madre y el resto de la familia y de otros múltiples factores.
Sin
embargo, sí existen patrones comunes en los hijos de padres alcohólicos y lo
que varía es su intensidad. Casi siempre estos chicos crecen en un ambiente en
el que predomina el caos. Su forma de ser y de ver el mundo se va permeando por
las experiencias con el alcoholismo de sus padres y todo esto deja una marca en
su forma de relacionarse con las emociones.
Esas
huellas son difíciles de detectar, tanto para los padres alcohólicos, como para
sus hijos. Se instalan soterradamente en la personalidad y muchas veces se
traducen en actitudes aparentemente positivas. Sin embargo, en el fondo, hay
una herida abierta que más tarde o más temprano, debe ser atendida y curada.
Estas
son 5 de esas huellas emocionales que quedan en el corazón de los hijos de
padres alcohólicos.
1. LOS HIJOS DE PADRES ALCOHÓLICOS NO
SABEN QUÉ ES UNA CONDUCTA NORMAL
Un
padre alcohólico es, de todos modos, un padre. Por eso mismo, representa para
sus hijos el modelo de lo que significa ser adulto. Pero el alcohólico es
impredecible: hoy puede ser un padre muy amoroso y mañana se convierte en un
ser extraño, que atemoriza y confunde a su hijo. Los chicos nunca saben qué
pueden esperar de él.
En
consecuencia, los hijos de padres alcohólicos tienen dificultades para entender
qué es una conducta normal, es decir, una conducta no patológica. Por eso mismo
tienen un criterio pobre para definir qué pueden permitirse hacer y qué no.
Dudan todo el tiempo.
2. LES CUESTA LLEVAR UN PROYECTO HASTA EL
FINAL
Los
hijos de padres alcohólicos son lábiles. Su vida se ha desarrollado en medio de
profundas incertidumbres: nunca saben cómo van a estar sus padres hoy. Por lo
tanto, nunca saben qué esperar de la familia, del mundo o de sí mismos. Todo
puede cambiar de un momento para otro.
Esa
inestabilidad, ansiosa y enfermiza, hace que aumente la probabilidad de que se
convierta en una persona inestable también. Les cuesta esforzarse para llevar a
término sus proyectos: al fin y al cabo ya han empleado mucha de su energía
psicológica en tratar de entender y de sobrellevar la incertidumbre extrema que
hay sobre sus vidas.
3. SE JUZGAN SIN PIEDAD Y TIENEN
DIFICULTADES PARA DIVERTIRSE
El
hijo de un padre alcohólico lleva en su corazón un sentimiento de culpa difuso
y una sensación de incapacidad que no logra definir. La culpa nace de que no
sabe hasta qué punto el alcoholismo de su padre es responsabilidad suya. Se
pregunta: ¿debería hacer, o haber hecho, algo al respecto?
La
sensación de incapacidad nace de esa misma pregunta. En el fondo, quisiera
hacer o haber hecho algo para cambiar la situación. Pero nunca ha sabido cómo
podría contribuir. Así que esto se convierte en un autorreproche sordo. De
igual modo, ven la diversión con un cierto halo de peligro: ¿su padre se
divierte o no cuando está bajo una crisis alcohólica?
4. SON LEALES, AUNQUE NO HAYA MÉRITO PARA
ELLO
Los
hijos de padres alcohólicos experimentan un sentimiento de lealtad patológico.
Han visto a su padre en estado de decadencia y eso les genera dolor, pero
también miedo. Muchas veces se les pide o incluso se les exige que no comenten
esas situaciones familiares con nadie.
Por
eso, muchos de ellos crecen pensando que la lealtad ciega es un valor que deben
sostener, sin importar las circunstancias. Sienten que deben soportar lo que
sea cuando están involucrados con alguien que aman. También creen que los demás
deben hacer lo propio con ellos.
5. REACCIONAN EXAGERADAMENTE Y DE FORMA
IMPULSIVA
Los
cambios son una amenaza para los hijos de los padres alcohólicos. Han estado
toda su vida en un vaivén constante que nunca saben a dónde les llevará. Por
eso, si logran conseguir algo de estabilidad la defenderán obsesivamente.
Sienten que con los cambios vendrá el caos que tanto temen.
A
su vez, desarrollan poco control sobre sus emociones. En el fondo piensan que
todos tenemos patente de corso para darle rienda suelta a cualquier impulso:
¿no es eso lo que vieron tantas veces en su hogar? Por eso mismo les cuesta
mucho trabajo internalizar conductas más centradas y racionales. En todos los
casos, cuando la huella es profunda, los hijos de padres alcohólicos deberían
recibir tratamiento psicológico profesional.
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Edith Sánchez