Qué es y qué no es el perdón
Perdonar conlleva una serie de beneficios psicológicos que
van más allá de las relaciones.
Todos, en algún momento, hemos herido a otros, ya sea de
pequeñas o grandes formas. También hemos sido lastimados por personas que
amamos, por familiares, amigos, parejas e inclusive por personas que no
conocíamos. Hemos sido dañados directa o indirectamente por el odio de los
grupos armados, las guerras, por la ambición de entidades gubernamentales y
lastimosamente hasta por organizaciones que dicen proteger los derechos del ser
humano. ¿Para qué nos seguimos haciendo daño unos a otros? ¿Por qué seguimos
creyendo que la respuesta al mal del mundo es con más odio?
Seguimos creyendo que el enemigo está afuera. Pero como dice Khyentsé Rimpoché, “ha llegado
el momento de desviar el odio de sus blancos habituales, vuestros supuestos
enemigos, para dirigirlo contra sí mismo. En realidad, vuestro verdadero
enemigo es el odio y es a él al que debéis destruir”. El perdón es la clave.
Matthiew Ricard, en su libro En Defensa de la Felicidad,
señala que no solemos considerar a un criminal la víctima de su propio odio y
mucho menos comprender que el deseo de venganza que pueda surgir en nosotros
proceda fundamentalmente de esa misma emoción que ha llevado al agresor a
lastimarnos.
El odio es limitante
El odio es el verdadero veneno, y si no somos
conscientes de cómo la ira se va transformando en este sentimiento, podemos
terminar en la posición del criminal, víctima de su odio. Aprisionado.
Destruido. Sin paz. Reproduciendo una cadena interminable de dolor.
Ricard menciona que esto no significa que no podamos sentir
una profunda aversión y repulsión hacia la injusticia, la crueldad, la opresión
y los actos perjudiciales o luchar para que no ocurran. Podemos hacerlo sin
sucumbir al odio y a la venganza y más bien motivados por una profunda
compasión tanto hacia el sufrimiento de las víctimas como de los victimarios.
Guardar rencor, culpabilizar, aferrarse y
detenerse demasiado en las heridas, socava nuestra felicidad y
tiene un efecto considerable en nuestro bienestar físico y psicológico. Los
estudios han sugerido que el perdón es una forma más efectiva de responder,
reduciendo el estrés y fomentando la felicidad. Sin embargo, cómo reaccionemos
ante esas heridas depende de nosotros. Perdonar es una elección y un proceso.
El dolor y las decepciones son inevitables, pero no por ello deben controlar
nuestras vidas.
¿Qué es el perdón?
Dacher Keltner, psicólogo social y profesor de la
Universidad de Berkeley, menciona que hay cuatro componentes que nos ayudan a definir y medir
científicamente el perdón. El primero es la aceptación de que ha
ocurrido la transgresión o daño que alguien nos ha hecho. El segundo, es la
disminución del deseo o urgencia de buscar venganza o compensación. El tercero
(y sobre todo cuando se trata de conflictos menores o con personas cercanas y
que se pueda retomar la relación), es el deseo de acercamiento, disminución en
el distanciamiento o evasión de la otra persona. Finalmente, el cuarto
componente implica un cambio en los sentimientos negativos hacia la otra
persona, como por ejemplo el aumento de la compasión y entendimiento de su
propio sufrimiento, dolor, ignorancia o confusión que lo haya llevado a
herirnos.
Contrario a lo que suele pensarse, el perdón también nos
permite establecer los límites que sean necesarios para protegernos de volver a
experimentar daño por parte de otras personas. Jack Kornfield, psicólogo y
maestro budista, define el perdón como la resolución de no permitir que la
transgresión vuelva a suceder, de protegerse a sí mismo y a otros. Perdonar no significa
hablar con o relacionarse con la persona que lo traicionó necesariamente. No se
trata del otro, ni tampoco de un deber. Es una forma de acabar con el propio
sufrimiento.
El perdón puede exigir justicia y decir “No más”. Menciona
a su vez que no es sentimental ni es rápido. Para él, perdonar es un proceso
profundo del corazón que puede llevar un largo tiempo y puede ser difícil,
tanto cuando se trata de perdonar a otros como a nosotros mismos. Pero es un
proceso que nos libera y nos permite amar.
A su vez, el perdón también involucra el duelo por la
pérdida de las cosas que no funcionaron como queríamos y de dejar de esperar un
mejor pasado, porque ya pasó, ya está hecho y no se puede cambiar. Ese duelo y
dolor tienen un gran valor, porque como Kornfield dice “algunas veces las cosas
que nos hacen vulnerables son aquellas que dan apertura a nuestro corazón y nos
llevan de regreso a lo que más importa, al amor y a la vida”.
¿Qué no es el perdón?
Perdonar no significa olvidar la forma en que otros lo han
herido, ni significa necesariamente reconciliarse o relacionarse con la persona
que lo lastimó. Tampoco aprobar su conducta o su ofensa, ni absolverlo de su
responsabilidad. Perdonar tampoco es debilidad o signo de sumisión. En cambio,
requiere de coraje, significa dejar de hacer a alguien constantemente responsable de su bienestar
emocional y cambiar su actitud hacia esa herida original de manera
que no continúe lastimándolo. Implica soltar la carga que lleva de esa persona
que lo ha herido.
Beneficios de perdonar sobre la salud y las
relaciones
El perdón tiende a ser asociado positivamente con el
bienestar psicológico, la salud física y buenas relaciones interpersonales. Las
personas que tienden a perdonar a otros puntúan más bajo en medidas de ansiedad,
depresión y hostilidad (Brown 2003; Thompson et al., 2005). Igualmente, dejar
el rencor está asociado con menores niveles de estrés y reactividad
cardiovascular (presión arterial y ritmo cardiaco) (Witvliet et al., 2001).
De acuerdo con una revisión de la literatura sobre el
perdón y la salud realizada por Everett Worthington y su colega Michael Scherer
(2004), no perdonar puede comprometer el sistema inmune. La revisión sugiere
que puede afectar la producción de hormonas importantes y la manera como
nuestras células combaten las infecciones y bacterias. A su vez, la hostilidad
es una parte central de la falta de perdón, y ha sido directamente relacionada
con numerosos problemas de salud, teniendo efectos más perjudiciales sobre el
sistema cardiovascular (Kaplan, 1992; Williams y Williams, 1993).
Investigadores de la Universidad de Miami relacionan el
perdón con un aumento en la satisfacción con la vida, más emociones positivas,
menos emociones negativas y menos síntomas de enfermedad física. También
encontraron que las personas se sentían más felices después de perdonar a
alguien con quien reportaban tener una relación cercana y comprometida antes de
la transgresión y especialmente cuando la otra persona se disculpaba e
intentaba reparar el daño, sugiriendo que el perdón incrementa nuestra
felicidad porque ayuda a reparar las relaciones interpersonales, que estudios
previos han mostrado que son vitales para nuestra felicidad a largo plazo
(Bono, et al., 2007). De igual manera, otros estudios han encontrado que las
personas que tienden a perdonar reportan mayor calidad, satisfacción y
compromiso en sus relaciones.
Por supuesto, hay límites. El contexto en el que el perdón
ocurre es importante. Por ejemplo, en los matrimonios, la frecuencia de las transgresiones
por parte de sus miembros modera los efectos del perdón. Si un esposo o esposa
continúa perdonando a su compañero o compañera por sus frecuentes
transgresiones, no sólo su satisfacción con la relación disminuye, sino que es
probable que los malos tratos, transgresiones o comportamientos indeseados de
su compañero continúen y hasta empeoren debido a que no hay repercusiones de
sus actos (McNulty, 2008).
Perdonar no es fácil. Nos puede parecer casi imposible
llegar a perdonar a aquellos que nos han herido de grandes maneras. Aun más
inimaginable el llegar a sentir compasión, comprensión o empatía por las
personas que nos han ofendido o lastimado profundamente. Inclusive nos puede
costar ante pequeños agravios. Sin embargo es probable que todos conozcamos
historias de personas que han logrado hacerlo y que nos han demostrado la
importancia y belleza del perdón. El perdón, así como otras emociones positivas
como la esperanza, la compasión y aprecio, es una expresión natural de nuestra
humanidad.
Referencias bibliográficas:
Brown, R.P. (2003).
Measuring individual differences in the tendency to forgive: Construct validity
and links with depression. Personality and Social Psychology Bulletin, 29,
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Bono, G., McCullough M.
E., & Root, L.M. (2007). Forgiveness, Feeling Connected to Others, and
Well-Being: Two Longitudinal Studies. Personality and Social Psychology
Bulletin, 20, 1-14.
Kaplan, B.H. (1992).
Social health and the forgiving heart: The Type B story. Journal
of Behavior Medicine, 15, 3–14.
Kornfield, J. (2010). La Sabiduría del Corazón. Una guía a
las enseñanzas universales de la psicología budista. Barcelona, España: La liebre de marzo.
McNulty, J.K. (2008).
Forgiveness in Marriage: Putting the Benefits into Context. Journal
of Family Psychology. 22, 171-175.
Ricard, M. (2005). En Defensa de la Felicidad. Ediciones
Urano: Barcelona.
Thompson L. Y., Snyder,
C. R., Hoffman, L., Michael, S. T., Rasmussen, H. N., Billings, L. S., et al.
(2005). Dispositional forgiveness of self, others and situations. Journal of
Personality, 73, 313-359.
Witvliet, C.V.O.,
Ludwig, T.E., & Vander Laan, K.L. (2001). Granting forgiveness or harboring
grudges: Implications for emotions, physiology, and health. Psychological
Science,121, 117- 123.
Williams, R. and
Williams, V. (1993). Anger Kills: Seventeen Strategies for Controlling the
Hostility that Can Harm your Health. Harper Perennial, New York.
Worthington, E.L.,
& Scherer, M. (2004): Forgiveness is an emotion- focused coping strategy
that can reduce health risks and promote health resilience: theory, review, and
hypotheses, Psychology & Health, 19:3, 385-405.