sábado, mayo 29, 2021

¿Cómo mejoro mi autoestima?

 

¿Cómo mejoro mi autoestima?

Una idea potente puede ayudar a proteger nuestra autoestima y a no ser injustos con nosotros mismos.

La autoestima siempre ha sido considerada como un elemento crucial para nuestra salud emocional; para Maslow, una gran parte de las personas que no desarrollan un buen nivel de autoestima no podrán autorrealizarse (Santrock, 2002).

Por otro lado, la autoestima se constituye desde edades tempranas y puede llegar a regir nuestro crecimiento saludable, además de las relaciones que desarrollamos con nuestras familias, nuestras amistades, nuestras parejas y las demás personas.

Si algo es tan importante para nuestra vida y equilibrio psicológico, estaría bien saber a qué nos referimos cuando lo mencionamos. La autoestima es la consideración que tienen las personas sobre sí mismas (Rice, 2000; citado en Naranjo, 2007). Es, también, la capacidad de las personas de establecer su propia identidad y atribuirse valor (Güell y Muñoz, 2000; tomado de naranjo, 2007). Tiene que ver con nuestra habilidad de pensar y afrontar los retos básicos de la vida (shibutani, 1971; tomado de Gonzales-Arratia, 1996).

Así pues, la autoestima es esa forma de mirarnos, de valorarnos y de querernos; y esto es producto de una evaluación y comparación de nuestras cualidades con las de las otras personas. Es decir, cuanta mejor valoración tengamos de nuestros atributos personales (ser inteligente, amable, buena persona o hábil en matemáticas) más alta será nuestra autoestima, y cuanto peor sea esta valoración, más baja será.


El problema de la autoestima

Cuando hacemos ejercicios para mejorar nuestra autoestima, casi siempre nos vemos enumerando atributos positivos y negativos, sopesando y basando nuestro valor y estima personal en nuestras virtudes (ser inteligentes, guapos/as, buena gente, etc.).

El gran problema es que la valoración de estas virtudes siempre está en comparación con las de los demás; por ejemplo, yo soy inteligente porque me descubro solucionando problemas que otros/as no pueden, u obteniendo notas más altas que la media de mi clase. Ahora, al evaluarme como “inteligente” estoy descansando mi consideración, valor y estima en ese atributo, porque es lo que me define; entonces, yo soy valioso/a porque soy inteligente.

Por otro lado, si mi valor como persona se basa en mi inteligencia, y mi valoración de “ser inteligente” reposa en mi comparación con los demás, cuando aparece una o varias personas “más inteligentes” que yo, cuando mi nota en un examen no es lo suficientemente alta o cuando no logro conseguir un objetivo, mi estima personal se verá gravemente afectada.

Ya no soy tan inteligente = Ya no soy tan valioso/a

Y este patrón lo podemos ver repetirse con muchos aspectos de nuestro ser (London, 1993).

 

Entonces, ¿qué hago?

Lo primero es empezar a mirar hacia adentro y cuestionar la manera en que nos valoramos a nosotros/as mismos/as; dejemos de definirnos a través de adjetivos absolutos como que somos buenas personas, inteligentes, guapos/as o competentes. Por el contrario, empecemos a separarnos de nuestras acciones; yo puedo cometer un error o hacer algo malo y eso no me hace una mala persona, puedo equivocarme y eso no me convierte en un tonto.

Albert Ellis (creador de la Terapia Racional Emotivo – conductual) trabajó de manera sostenida con un concepto que se opone al paradigma de la autoestima basada en logros y comparaciones; se trata de la autoaceptación incondicional, y puede ser resumida mediante una frase con una potencia increíble: “yo soy un ser valioso por el simple hecho de estar vivo/a”.

Mirémoslo así. Si mi autoestima está basada, por ejemplo, en mi inteligencia, cada vez que falle intelectualmente o aparezca alguien más hábil que yo, mi valor personal se verá afectado; además, constantemente estaré sintiendo presión por no fallar, ya que estaré jugándome el amor propio a cada minuto con mi desempeño.

Por el contrario, si me acepto incondicionalmente, no tendré esa presión extra o auto-obligación de no fallar, estaré menos expuesto a cometer errores (ya que mi carga se ha aligerado), y si meto la pata, estaré decepcionado de mi actuación, pero no me sentiré menos, ni disminuirá mi valor o amor hacia mi persona.

En conclusión, la clave para mejorar nuestra “autoestima” está en no definirnos por nuestras acciones pasadas, que de ellas no dependan nuestro valor como personas; es mejor reconocer que nuestra valía radica en estar vivos/as y, al apreciar nuestra existencia, se abre un mundo de posibilidades donde podemos decidir qué es lo que queremos y dar nuestro mejor esfuerzo sin la necesidad de jugarnos el amor propio.

El camino a aceptarnos incondicionalmente es progresivo, es un trabajo diario de mirarnos con mucha curiosidad, amabilidad y tolerancia. Si tienes problemas para recorrer este camino, te sobre-criticas, no logras aceptarte y/o tienes conflictos relacionados a tu estima personal, te invito a ponerte en contacto conmigo o con otro/a profesional de la salud mental.



Referencias bibliográficas:

  • Naranjo, M.L. (2007, septiembre – diciembre). Autoestima: un factor relevante en la vida de la persona y tema esencial del proceso educativo. Revista Electrónica "Actualidades Investigativas en Educación", 7(3), pp1-29. https://www.redalyc.org/pdf/447/44770311.pdf
  • Santrock, John. (2002). Psicología de la educación. México: Mc Graw Hill
  • Brande, N. (1995). Los seis pilares de la autoestima. Barcelona: Paidós
  • London, T. (1993). The case against self esteem: how the self-esteem movement is damaging our children and culture: a Rational – Emotive perspective. Garfield Press

viernes, mayo 28, 2021

Padres tóxicos: 15 características que los hijos detestan

 


​Padres tóxicos: 15 características que los hijos detestan

Progenitores que educan a sus hijos saltándose las leyes de la lógica. He aquí 15 ejemplos.

La gran mayoría de padres intentan de manera genuina darlo todo por sus hijos y hacer todo lo que tienen a su mano para satisfacer sus necesidades, pero incluso lo padres con mejores intenciones cometen errores y llevan a cabo comportamientos poco beneficiosos para el desarrollo y el bienestar de sus descendientes.

Las conductas tóxicas de los padres

Desafortunadamente, algunos padres van más allá que los simples errores y realizan conductas tóxicas que perjudican seriamente el crecimiento de su hijo y su salud emocional, porque la figura de un padre puede marcar el futuro de su hijo y es, junto a la madre, el agente educativo más importante para éste. ¿Existe los padres tóxicos? Y, más importante: ¿qué efectos pueden tener sus conductas y malos estilos educativos en las frágiles psiques de los hijos?

Pero, además: ¿cuáles son las conductas perjudiciales de los padres hacia sus hijos? ¿cuáles son los comportamientos tóxicos de los progenitores? A continuación, puedes encontrar las 15 características más habituales de los padres tóxicos.

1. Demasiado exigentes

Hay algunos padres que son demasiado exigentes con sus propios hijos y que no toleran sus fracasos. Estos padres críticos, son demasiado perfeccionistas y esperan que sus hijos lo hagan todo bien, y piensan que la manera de conseguirlo es recordándoles sus errores una y otra vez.

Este tipo de comportamiento puede provocar serios problemas para sus descendientes en el futuro y, en ocasiones, un daño psicológico y emocional que puede acompañarlos el resto de su vida. Una de las causas de esta conducta puede ser la baja autoestima del padre, un tremendo sentimiento de inferioridad e incluso una personalidad perfeccionista.

2. Manipuladores

A pesar de que muchos padres tienen un comportamiento ejemplar con sus hijos, hay otros que, de manera consciente o inconsciente, tienen una actitud manipuladora y que dañan profundamente a sus hijos, porque, en ocasiones, no pueden escapar de ellos. Son padres que, además, suelen tener este tipo de comportamiento con otros individuos y, por tanto, sus propios hijos sufren sus comportamientos tóxicos también.

Las personas manipuladoras son expertas en detectar las debilidades ajenas para llevarlas a su propio terreno de manera sigilosa. Además, suelen no detenerse hasta conseguir su objetivo, son insaciables y suelen tener una gran necesidad de control.

3. Autoritarios, poco tolerantes e intransigentes

Los padres autoritarios son aquellos que obligan a sus hijos a comportarse de determinada manera sin tener en cuenta sus necesidades y emociones, Son intolerantes e inflexibles y hacen sentir mal a éstos, mostrándose incluso agresivos cuando sus hijos no actúan como ellos desean. Esto incluye sacar las cosas de contexto y actuar de manera desproporcionada en muchas ocasiones. 

Son padres que muestran una comunicación escasa con sus hijos e intentan criar niños obedientes, pero también muy dependientes. Al ser poco afectuosos, sus hijos suelen acabar siendo poco alegres o espontáneos.

4. Maltratadores físicos y verbales

Por mucho que a algunos de nosotros nos cueste creer que existen padres que maltratan a sus hijos, éstos existen. Algunos de éstos emplean la violencia física en momentos puntuales y otros más a menudo. Algunos de ellos emplean la violencia verbal: hablando de malas maneras y propinando insultos. Los padres maltratadores crean problemas serios en la autoestima de sus hijos y provocan un daño que puede difícil de borrar de la memoria.

5. Demasiado críticos

Existen los padres exigentes como hemos dicho, pero, además, también es posible encontrar padres demasiado críticos. Son padres que raramente elogian a sus hijos y no suelen ser conscientes de que no saben que con sus reproches continuos acaban reforzando el mal comportamiento que pretenden corregir. Criticar trae consigo juzgar, censurar y condenar, y esto hace que los hijos se pongan a la defensiva y respondan con hostilidad y desconfianza.

6. Poco afectuosos

Los hijos necesitan sentir el cariño de sus padres, especialmente cuando se sienten solos. El cariño del hogar puede ayudar a pasar los malos ratos y crea vínculos afectivos que luego el niño aprende. Los modelos familiares que no tienen su base en el afecto y la confianza pueden provocar problemas en las relaciones interpersonales de los hijos en el futuro.

7. Poco comunicativos

La comunicación es básica en las relaciones interpersonales, porque puede evitar muchos conflictos. Pero en el caso de la relación padre-hijo es especialmente necesaria porque puede ayudar al hijo a sentirse querido y es necesario para su correcta educación. Los padres poco comunicativos evitan tener conversaciones con sus hijos y no tienen en cuenta sus necesidades. De hecho, los padres deberían tener en cuenta no solo lo que dicen, cuándo lo dicen y cómo lo dicen, sino que deberían ser expertos en la escucha activa de sus hijos.

8. Culpabiliza a sus hijos de su propios fracasos o frustraciones

Algunos padres no están a gusto con sus propias vidas, por ejemplo, por sentirse fracasado en su trabajo. Como consecuencia de ello, su autoestima puede estar baja y pueden mostrarse bastante irritables y poco pacientes. Estos padres, además, pueden cometer el error de proyectar sus fracasos en la gente que les rodea, especialmente a aquellas personas cercanas, como sus propios hijos.

9. Proyecta sus fantasías o sueños en sus hijos

Mientras algunos pueden culpar a sus hijos por sus fracasos, otros pueden proyectar sus sueños fallidos o expectativas no cumplidas en los más pequeños. En otras palabras, pretenden que sus hijos vivan la vida que ellos no han podido vivir. Por ejemplo, obligándoles a bailar cuando los niños no disfrutan con esta práctica.

 

10. Excesivamente protector

La gran mayoría de los padres quieren que sus hijos estén bien y se preocupan por ellos. Pero algunos padres convierten esta conducta en un comportamiento totalmente tóxico. Por ejemplo, no dejándoles salir con sus amigos a pasear en bicicleta por miedo a que tengan un accidente. Esto provoca que sus hijos se vuelvan inseguros y no desarrollen su propia autonomía, y, además, no les dejan disfrutar de su vida.

11. No aceptan sus amistades

Los padres tóxicos no aceptan las amistades de sus hijos porque tienen expectativas de quién deben mezclarse o no mezclarse. Ya sea porque no tienen carrera, porque llevan tatuajes o por no ser como ellos quieran que sean. Los padres tienen que dejar a sus hijos vivir su vida.

12. Planifican su carrera profesional

La preocupación de los padres porque sus hijos tengan la vida que ellos desean puede hacer que sus hijos acaben eligiendo su carrera profesional en función de los gustos de sus padres. Por ejemplo, algunos hijos pueden destacar como artistas y pueden ser felices desarrollando su pasión, pero, en cambio, acaban estudiando la carrera de medicina y dedicándose a algo que no les hace plenamente felices. Cada uno debe vivir la vida en función de sus propios sueños y expectativas, no reproducir la de sus progenitores.

13. Son egoístas

Todos hemos conocido a personas muy egoístas durante nuestra vida, pero más complicada es la situación cuando este tipo de hábitos y actitudes egocéntricas se manifiestan en los padres. Los padres egoístas solo piensan en sí mismos y causan mucho sufrimiento en los hijos que pueden no sentirse queridos.

14. Son un mal modelo

Los padres son ejemplos para los hijos y son los modelos más importantes para su vida, porque en ellos se ven reflejados y suelen heredar ciertos hábitos, costumbres e incluso comportamientos. Cuando los padres no dan ejemplo y son un mal modelo, los hijos corren el riesgo de aprender conductas nocivas. Eso sin tener en cuenta el daño emocional que les pueden hacer, por ejemplo, si son alcohólicos.

15. No les enseñan hábitos saludables

Los hijos se ven reflejados en los padres, pero especialmente importante es saber que los progenitores educan a sus hijos a la hora de adoptar hábitos saludables. Los padres que no tienen un estilo de vida saludable mandan un mensaje erróneo a sus hijos, y eso puede tener un efecto en su salud futura.

No solo eso, sino que, además, cuando los hijos son muy pequeños son seres que están a merced de sus padres. Si éstos les alimentan mal, los hijos pueden sufrir las consecuencias negativas de este comportamiento. Por ejemplo, sufriendo sobrepeso debido los malos hábitos alimenticios de la familia y un estilo de vida sedentario.

¿Cómo evitar un estilo parental perjudicial para los hijos?

Todavía no existe una guía parental definitiva, puesto que cada familia tiene sus propias circunstancias, limitaciones y formas de actuar. Lo que sí conviene tener en cuenta es qué estilo educativo queremos promover, y tener una cierta coherencia a la hora de transmitir un estilo de crianza u otro.

Si los progenitores están de acuerdo en la mayoría de los límites y actitudes que deben promover hacia sus hijos, y realizan el acompañamiento del menor de un modo afectuoso y cercano, es mucho más probable que los conflictos tarden en aparecer, y que cuando lo hagan sean de menor intensidad.

 

 

Autor: Juan Armando Corbin